El año 2023 se inicia bajo un nubarrón para la oposición política venezolana tras el episodio que puso fin al gobierno interino y, sobre todo, por la evidente desunión entre las organizaciones políticas sobre las que se cimenta, o se ha cimentado, la posibilidad de recuperar la libertad y la democracia en esta Venezuela sometida a dos décadas de desmanes.
Vale la pena preguntarse si en este ambiente de pesadumbre se llegará no solo a realizar las primarias para elegir un candidato presidencial de la oposición sino a entusiasmar a esos millones de venezolanos dentro y fuera del país apremiados por ganarse la vida y desencantados por la política de quienes mandan y de quienes pretenden sustituirlos. ¿Habrá, en verdad, elecciones presidenciales en 2024 con un mínimo de condiciones para que se pueda expresar el sentir de los venezolanos, de esos maestros, por ejemplo, que carecen de recursos para pagar el pasaje que los lleve hasta el aula de clases?
Nada en las difusas negociaciones en México con personeros del régimen permite suponerlo ahora mismo. Pero, en todo caso, si es posible el diálogo con quienes se adversa, por qué se hace tan cuesta arriba entre quienes, en principio, comparten la necesidad impostergable del cambio político, de sacar a Venezuela de este viaje a la nada, con los bolsillos agujereados y las ilusiones desvanecidas.
Los maestros que se manifestaron hace unos días en todo el país en reclamo de dignidad para su digna profesión de educadores; los sindicalistas que protestan en las empresas de Guayana; los ambientalistas que denuncian el crimen ecológico del Arco Minero; los defensores genuinos de los derechos humanos que entran a las cárceles donde se pudren compatriotas sin leyes que los protejan; los periodistas que salen a la calle en busca de la información que se les oculta y por lo que se les castiga, son, entre otros sectores del país, la llama viva de que ese cambio político urge y requiere guía y liderazgo.
En la línea de la esperanza, que parece dormida pero no muerta, un reciente artículo de Gerver Torres, exministro del Fondo de Inversiones de Venezuela (cuando había inversiones), reclama un Pacto de Puntofijo ―tan denostado por la cúpula chavista, pero que abrió la senda democrática venezolana hace 60 años― para la oposición venezolana.
«Quiéranlo o no, los dirigentes de la oposición ―dice Torres― están obligados a reivindicarse, en algún grado, como colectivo. Están obligados a presentarse como una alternativa mejor al régimen. Esa fue la fuerza que proyectó el Pacto de Puntofijo y es la misma fuerza, o una aún mayor, que necesitan proyectar los dirigentes de oposición hoy. No es fácil, pero es el único camino que tienen. ¿Habrá alguno de ellos que tome la iniciativa de proponerlo ya?».
¿Alguien recogerá ese guante? La oposición, que estaba hecha pedazos en 1998, cuando todo esto comenzó, fue capaz de agruparse y ganar batallas. En la unión, dice el dicho y nunca como ahora, está la fuerza.
Editorial de El Nacional