Casi una docena de funcionarios de la Guardia Nacional no fueron suficientes para controlar a una avalancha de compradores, que querían adquirir dos bolsas de leche en polvo en el supermercado Central Madeirense de Puerto La Cruz, estado Anzoátegui.
Inicialmente, temprano, la cola de personas fluyó normalmente y algunos pudieron obtener el producto. Sin embargo, la gente comenzó a desesperarse, mientras las filas se hicieron más largas, y los primeros optaron por dar empujones y entrar corriendo a las instalaciones.
Más de 400 personas subieron por las rampas y entraron de forma desordenada, rompiendo la normalidad que reinaba hasta las nueve de la mañana y en trataron de tomar las bolsas de leche.
En el centro comercial, los negocios tuvieron que cerrar sus puertas y los guardias nacionales no pudieron controlar a la multitud acumulada y agresiva, que no quiso respetar el orden que se había establecido desde el principio.
«Son los bachaqueros de siempre», dijo uno de los vigilantes del centro comercial, mientras trataba de auxiliar a una señora mayor, que sufrió un desmayo, a causa de los empujones. Otra dama abandonó el sitio, con una crisis de llanto, después de esperar más de una hora para adquirir el alimento.
Dentro del local fueron destrozados algunos anaqueles, en la búsqueda de la leche. En la planta baja, quienes estaban en otros comercios, vieron esta actuación de unos pocos que «quieren general violencias en las colas» , señaló Jorge Abad, en una de las tiendas cercanas. El Banco Plaza también bajó sus rejas y detuvo sus labores por un rato.
Dos funcionarios militares salieron a buscar refuerzos, lograron cerrar la entrada con los carritos del supermercado y ordenar la entrada. Así pudo llegar la calma, pero muchos seguían gritando que abrieran todas las puertas.
Ancianos se vieron asfixiados y tuvieron que marcharse, pues no hubo un trato especial para los adultos mayores y discapacitados.
Los que entraron corriendo, alterando el orden, no pudieron saquear porque las autoridades del supermercado trancaron sus rejas y quedaron adentro y para salir, tenían que pasar por el sitio donde se apostaron varios soldados.
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MIRIAM RIVERO
EL UNIVERSAL