Tal vez el papa Francisco ya se cansó de la comida que ofrecen en el hotel del Vaticano, porque el jueves volvió a escaparse por segunda ocasión para llegar de sorpresa a almorzar con amigos jesuitas que festejaban el día de San Ignacio de Loyola.
En el último minuto, el pontífice le dijo al jesuita superior, el reverendo Adolfo Nicolás que quería acompañarlos y fue llevado calle abajo a las oficinas jesuitas en su Ford Focus azul.
En el almuerzo también estuvieron los hermanos del fray Paolo Dall’Oglio, un jesuita secuestrado en Siria hace un año. En un comunicado, los jesuitas informaron el viernes que Francisco «les dio palabras de consuelo».
La semana pasada, el papa sorprendió a los empleados del Vaticano cuando llegó a la cafetería, se colocó en fila, tomó una bandeja y almorzó con ellos.