El problema de la falta de peregrinaje en los últimos meses es mucho más complejo que la ola de violencia y reúne problemas de imagen a nivel regional y de carácter financiero
Israelíes y palestinos esperan la llegada de la Semana Santa cristiana y de la Pascua judía (Pesaj) para recuperarse del fuerte bajón del turismo este último medio año, causado por la ola de violencia en la región y la revalorización del dólar en el mercado internacional.
“Esta Semana Santa será mejor que Navidad, aunque aún así no prevemos un lleno hotelero”, afirma la palestina Shirín, agente de turismo en Jerusalén este que estima una mayor llegada de peregrinos con motivo de la Pascua ortodoxa, a finales de abril, que por la católica en marzo.
Tampoco las estadísticas de los últimos meses son demasiado alentadoras, aunque en Israel esperan que la Pascua judía –también en abril– dé al sector algún empuje y se cumplan las previsiones del Ministerio de Turismo de llegar a 280.000 llegadas.
“Abril suele ser un mes récord para el turismo”, recuerda Lydia Weizman, portavoz de ese Ministerio.
El problema de la falta de peregrinaje en los últimos meses es mucho más complejo que la ola de violencia y reúne problemas de imagen a nivel regional y de carácter financiero.
“Ven a Israel al lado de Turquía –donde explotan bombas–, de Siria –donde hay una guerra–, de Egipto –donde explotaron un avión–, y se asustan. Tienen miedo a Oriente Medio en general”, apunta Simy Peppi, tour-operadora de la agencia International Travel & Congresses.
Su agencia, una de las mayores del país en el ámbito del peregrinaje cristiano, sufre esta Pascua un bajón de más de 60% en las reservas y las predicciones para Semana Santa son cuando menos “fatales”.
No obstante, destaca que hay otros factores cruciales que influyen en esta caída: “Brasil, Canadá, Rusia… todos están sufriendo las consecuencias del encarecimiento del dólar y por tanto del paquete turístico. Solo de China y la India hay más visitantes”.
El peregrinaje a los lugares santos, tanto cristianos como judíos, son el principal motor empresarial de la ciudad santa, que a pesar de ser la mayor urbe del país apenas tiene industria o servicios financieros, localizados sobre todo en el área metropolitana de Tel Aviv.
La zona ya se vio afectada la última Navidad por la ola de violencia que estalló el 1° de octubre, en la que han muerto hasta ahora 181 palestinos, dos tercios de ellos abatidos en ataques o presuntos ataques que se han cobrado las vidas de 30 israelíes y tres civiles de otras nacionalidades.
Shirin señala que “la gente oye las noticias y no va a un lugar así”, en particular los procedentes de Europa y Norteamérica.
Muchos menos susceptibles al impacto de las noticias, los cristianos ortodoxos de Europa del Este, sobre todo los rusos, sí son esperados en mayor número para su Semana Santa, aunque las previsiones israelíes hablan de que será en un número inferior por la depreciación del rublo en el ultimo año y medio.
Según la Oficina Central de Estadísticas de Israel, en 2015 llegaron unos 3,1 millones de turistas al país, aunque en el último trimestre se registró un descenso de 6% mensual con respecto a los primeros nueve meses del año, en coincidencia con la ola de violencia.
Las estadísticas de enero, las últimas conocidas, reflejan una caída de 17,6 puntos respecto a enero de 2014, cuando la guerra de Gaza empezó a causar la crisis turística.
Como epicentro de la actual ola de violencia, Jerusalén es la que más sufre de estos descensos y sus hoteles han informado de severas pérdidas económicas por el bajón en los índices de ocupación: 42,5% en enero, casi 14 puntos menos que en el mismo mes de 2014.
En esta ciudad, con 9.863 camas disponibles en 76 hoteles, la ausencia que más se nota es la del turismo interno, a decir del Departamento Económico de la Asociación Hotelera, que refleja en sus datos que sólo uno de cada cuatro turistas que durmió en Jerusalén en enero era israelí.
Eli Gonen, presidente de esta Asociación israelí, cree que, si la violencia continúa, al final muchos hoteles podrían tener que cerrar, una posibilidad que Shirin aún no percibe en los hoteles palestinos del este de Jerusalén.
Fuente: El Nacional