A primera vista, el cementerio municipal de Barcelona parece un lugar tranquilo, donde descansan en paz los restos de los difuntos, pero al adentrarse, el panorama cambia. Está enmontado, lleno de basura, con restos de animales y hasta excremento humano.
El único espacio por donde se puede caminar sin tropiezos es el pasillo central. Llegar a las tumbas alejadas de la caminería es complicado; hay que saltar para esquivar los desechos, además los nichos están muy pegados uno del otro y no se puede transitar.
La iluminación es deficiente, existen postes de luz pero la mitad de las lámparas están encendidas durante el día y apagadas en la noche.
Aunque el camposanto capitalino está abierto al público de 7:30 de la mañana a 6:00 de la tarde, al parecer, de noche, ingresan personas que se dedican a desvalijar las tumbas y a practicar rituales religiosos, que incluyen el sacrificio de animales.
Inimaginable
Agustín Guerrero dijo que la semana pasada la tumba de su padre fue profanada y que además se llevaron el cráneo.
Formalizó la denuncia ante el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), donde se comprometieron a iniciar una averiguación.
Leopoldo Antoima, delegado de prevención de los trabajadores de la necrópolis, no descartó que estos hechos sean obra de practicantes de la palería y la santería en el recinto.
Israel Velásquez, administrador del cementerio, aseguró que es la primera vez que se registra el robo de restos humanos en este lugar.
Informó que recientemente contrataron vigilancia policial diurna y que en los próximos días esperan la incorporación de otros oficiales para brindar más seguridad.
No obstante, el representante laboral pidió a las autoridades municipales que ordenen la custodia de estas instalaciones durante todo el día.
10 hectáreas
tiene el cementerio municipal de Bolívar, ubicado en la avenida Pedro María Freites de Barcelona. Se estima que allí están enterradas cerca de 2 mil personas.
25 días han pasado desde que Israel Velásquez asumió el cargo de administrador del cementerio de la capital de Anzoátegui, el 8 de agosto pasado. Aspira a cambiar la cara de la necrópolis y para ello está creando un proyecto que incluye la restauración de las esculturas de yeso, las cuales están casi todas dañadas o no existen porque se las han llevado.
Jenny Abreu
EL TIEMPO
Fotos: Rafael Salazar
