No podían darse el lujo de repetir las trampas del 21 de noviembre en Barinas porque sabían que iba a ser demasiado evidente. Repetir las elecciones en el estado llanero fue un acto de testarudez al mejor estilo de Hugo Chávez, pero no les quedó más remedio que entender el mensaje que los votantes le habían dado hace dos meses.
La Gobernación de Barinas era de Freddy Superlano, pero el gobierno chavista se dedicó a torcer actas y votos y a poner trabas porque se llenaron de vergüenza de perder en el estado natal del comandante. Solo por el qué dirán, porque hace tiempo que no les importa el legado de Chávez ni nada de lo que le vendía a la gente con su discurso hipnótico. Sin embargo, hay muchos analistas que se aventuran a decir que entre los oficialistas las rencillas y las divisiones son de tal magnitud que pasan incluso por el deseo de borrar del mapa definitivamente el apellido del fundador en su propia tierra, y por eso sacaron al hermano.
Tanto es así que andan arrebatándose parcelas de poder, que se arriesgaron a quedar retratados como los manipuladores de votos en este caso; inhabilitaron después del triunfo al candidato original y a su esposa y a cualquiera que se atrevió a chistar, hasta que llegó Sergio Garrido. Quizás fue esta desfachatez la que encendió a los barineses y por eso un poco más de la mitad del padrón electoral salió a votar el 9 de enero, contra viento y marea.
No faltaron las amenazas de colectivos armados, la intimidación del Plan República, la censura a medios y periodistas, o la reubicación de electores y mesas de votación a última hora. Pusieron en práctica todas las estrategias que les han servido en las pasadas elecciones para torcer resultados, pero esta vez no les sirvieron. Y en parte fracasaron porque esta vez los opositores se organizaron realmente para vigilar el voto, reclamar y denunciar oportunamente.
Con todo, la gente que salió a votar a pesar de las amenazas, los testigos que estuvieron pendientes de defender a los electores, pudo Garrido resultar electo. Y lo que es más, los resultados fueron anunciados en tiempo récord y reconocidos por el candidato oficialista. El caso de Barinas es digno de estudio, aunque no debería tampoco nublar con pajaritos preñados el futuro de la lucha democrática.
No faltarán ahora los que insistan en salidas electorales como un revocatorio o hasta esperar los comicios presidenciales. Sin embargo, la oposición no debería perder de vista que las circunstancias en las que se repitieron las elecciones de Barinas no son las de todo el país, y si se va a otro evento de este tipo sin garantías democráticas, podrían verse frustrados los sueños de cambio.
Celebremos la salida del chavismo de Barinas, la tierra de Chávez, pero no hay que perder las perspectivas.
Editorial de El Nacional