En 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió que cada 25 de noviembre, se conmemore el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, a propósito de la fecha en la que fallecieron las tres hermanas Mirabal. Se pretende llamar a la reflexión a todos los actores de la sociedad, para que con acciones conjuntas se ponga fin a la violación de los derechos de las mujeres.
En Ecuador, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 6 de cada 10 mujeres sufren de violencia de género. Este dato abrumador no está lejos de la realidad mundial, pues las Naciones Unidas asegura que 1 de cada 3 mujeres ha sufrido violencia física, sexual o psicológica, al menos una vez en sus vida. Este dato confirma que la violencia contra mujeres y niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo actual sobre las que apenas se informa debido a la impunidad de la cual disfrutan los perpetradores, y el silencio, la estigmatización y la vergüenza que sufren las víctimas.
Para clarificar a lo que nos estamos refiriendo, la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer emitida por la Asamblea General de la ONU en 1993, define a la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.
Los efectos psicológicos adversos de la violencia contra las mujeres y niñas, al igual que las consecuencias negativas para su salud sexual y reproductiva, afectan a las mujeres en toda etapa de sus vidas. Por ejemplo, las desventajas tempranas en materia de educación no solo constituyen el obstáculo principal para alcanzar la escolarización universal y cumplir con el derecho a la educación de las niñas, sino que en lo posterior limitará el acceso a la educación superior y en consecuencia a oportunidades de empleo en condiciones de igualdad con los hombres.
Aunque todas las mujeres, en todas partes del mundo, pueden sufrir violencia, hay mujeres y niñas que son particularmente vulnerables: niñas, indígenas, migrantes, afrodescendientes, impactando negativamente en la efectividad de sus derechos y su proyecto de vida. Reconocer que la violencia contra la mujer es un obstáculo para alcanzar igualdad, desarrollo, paz, es uno de los primeros pasos para afrontar este mal que aqueja a la sociedad.
Este 25 de noviembre, es una nueva oportunidad para combatir las múltiples dificultades que propician la violencia contra las mujeres: normas jurídicas, normas sociales discriminatorias, infrarrepresentación de las mujeres en los espacios políticos y políticas reales de prevención de la violencia contra la mujer.