Esta agrupación delictiva trasnacional venezolana y sus distintas sucursales aprovecharon la pandemia para hacer negocio con los emigrantes en la frontera. Tráfico de seres humanos que sumaron a otros de los que son expertos: tráfico de drogas, extorsiones, contrabando, venta de armas, negocios mineros, prostitución, incluso crimen cibernético, como el dinero que exigían a las modelos webcamers como contribución a su causa
La mentira de estado, normalizada a diario por la revolución bolivariana, descarriló la semana pasada como pocas veces antes. Yván Gil, canciller venezolano, aprovechó un encuentro binacional con su homólogo colombiano en la fronteriza Cúcuta para abrir la caja diplomática de los truenos: «(El Tren de Aragua) es una ficción creada por la mediática internacional«.
Una afirmación que forma parte de la misma factoría de ideas que asegura que el sistema electoral venezolano es el mejor del mundo, que Venezuela se arregló, que los dirigentes opositores y activistas de derechos humanos son peligrosos terroristas dispuestos a tomar por la fuerza cuarteles militares y que Nicolás Maduro arrasaría si se presentara a las elecciones españolas, reporta El Mundo, de España.
La respuesta fue fulminante. El presidente chileno Gabriel Boric llamó a consultas a su embajador en Caracas, su ministra de Interior acusó al canciller de insultar a Chile y a Latinoamérica, el gobierno de Perú tachó las polémicas declaraciones como infundadas mientras senadores estadounidenses alertaban sobre la llegada de los soldados del Tren de Aragua escondidos dentro de la inmensa diáspora venezolana: 8,8 millones de sus ciudadanos han huido de la administración de Maduro.
La posterior marcha atrás del canciller, que aseguró con la misma convicción que su gobierno había desmantelado al Tren de Aragua, no ha convencido a tantos indignados.
Basta con atravesar el puente internacional que separa el municipio venezolano de San Antonio de la colombiana Cúcuta para comenzar a sentir el pánico que desprende la temida mafia transnacional, nacida en la prisión de Tocorón hace una década. Los carteles de «SOS Cúcuta» han tomado varios comercios del centro de la ciudad, hastiada de una ola de violencia que no ha dejado de crecer desde que ambos gobiernos reabrieron la frontera en septiembre de 2022.
A muy pocos metros de donde Gil realizó sus declaraciones la policía colombiana puso en marcha su última operación contra tres extorsionadores del Tren, que además cuentan con otro apéndice carcelario, los AK-47. Los tres detenidos exigían el pago de 70 dólares semanales a los comerciantes de La Parada, el barrio que separa los dos países, que ya ha sufrido explosiones provocadas por granadas contra quienes no pagan.
Están grabando los crímenes, como en Oriente Próximo», se quejó el nuevo alcalde cucuteño, Jorge Acevedo, amenazado por estas «bandas venezolanas, que tienen acento caraqueño».
La brutal ejecución del joven venezolano Andrés Alberto Sosa, retransmitida en directo por uno de los criminales mientras su cómplice, apodado «El Carnicero», asestaba 60 puñaladas al indigente, conmocionó a la ciudad, ya aterrada por una ola de sicariatos que no cesa.
«El Tren de Aragua» y sus distintas sucursales aprovecharon la pandemia para hacer negocio con los emigrantes en la frontera. Tráfico de seres humanos que sumaron a otros de los que son expertos: tráfico de drogas, extorsiones, contrabando, venta de armas, negocios mineros, prostitución… Incluso crimen cibernético, como el dinero que exigían a las modelos webcamers (eróticas) como contribución a su causa.
Pese a ser una banda «invisible» para el gobierno de Maduro, la Interpol mantiene entre las cinco mujeres más buscadas en el planeta a Wendy Marbelys Ríos, venezolana de 44 años señalada por terrorismo, legitimación de capitales y asociación para delinquir. Es la mujer del mítico «Niño Guerrero», el gran líder del «Tren de Aragua», capaz de convertir desde su celda en Tocorón (a 130 kilómetros de Caracas, en el estado Aragua) lo que era una megabanda carcelaria en una mafia criminal transnacional, que compite con los carteles mexicanos del narco, con la guerrilla colombiana y con las maras centroamericanas por el trono de la violencia en las Américas.
Sus redes se han estirado por Colombia, Ecuador, Chile, Brasil, Bolivia y Perú, donde se la ha declarado el enemigo público número 1. La policía del país andino ha creado un grupo policial especial para su combate. La escritora Ronna Rísquez, autora del libro «El Tren de Aragua», calcula que esta mafia cuenta con entre 3.000 y 5.000 soldados.
Uno de ellos, Jason Robert Guerrero Flores, «miembro destacado» de la megabanda venezolana, fue detenido en marzo por la Policía española en Barcelona. Hasta ese momento solo existía conocimiento de ciertas operaciones bancarias hacia España. Las autoridades policiales también han creado un grupo especial para combatirlos.
El Tren de Aragua es una banda que se generó y se expandió bajo la protección de las autoridades venezolanas. No puede colaborar en combatir a uno de sus aliados», refrendó el exfiscal venezolano Zair Mundaray.
La investigación que cursan las autoridades chilenas han confirmado la participación de líderes del «Tren de Aragua» en el secuestro, tortura y ejecución del teniente rebelde Ronald Ojeda. Al mando del operativo estuvo «El Gordo Ale», llegado desde Venezuela y al que compañeros de lucha de Ojeda vinculan con organismos represivos de la revolución.
La relación del régimen de Maduro con los grupos criminales sobrepasa la corrupción y los negocios. En Venezuela operan bajo una simbiosis», constató la organización InSight Crime.
VF