Las realidades no son virtuales, aunque un vistazo a una página de Internet, importante ventana para una institución en el siglo XXI, puede ser sugerente. En la del Teatro Teresa Carreño (www.teatroteresacarreno.gob.ve) sólo se anuncia una actividad: la gala de aniversario por los 30 años de la institución para el sábado 27 y domingo 28 de abril, con participación del Ballet Teresa Carreño, el Coro de Ópera Teresa Carreño y la Orquesta Filarmónica Nacional.
La del Teatro Colón de Buenos Aires (www.teatrocolon.org.ar) muestra una agenda completa de ópera, danza y conciertos para todo 2013, prácticamente sin fechas libres.
“Quizás no se construya una obra como ésta en un siglo”. El entonces presidente Luis Herrera Campins dijo esa frase en la inauguración del Teatro Teresa Carreño, el martes 19 de abril de 1983, en la que la Orquesta Sinfónica de Venezuela ejecutó Margariteña de Inocente Carreño y la Cuarta sinfonía de Piotr Tchaikovsky, con la dirección del maestro José Antonio Abreu.
La edificación concebida por los arquitectos Tomás Lugo, Jesús Sandoval y Dietrich Kunckel tardó una década en construirse, con una inversión superior a 500 millones de los antiguos bolívares, y la planificada apertura se suspendió al menos cuatro veces desde 1977. La sala Ríos Reyna no contaba en su inauguración con un piano propio de conciertos, algo paradójico si se toma en cuenta en qué instrumento despuntó Teresa Carreño. En marzo de 1984 y hasta 1985, el teatro se clausuró debido a las deficiencias en las normas de seguridad.
En cualquier caso, se abrió un espacio para la cultura que quizás ha sido más famoso por los actos políticos a partir de 1999. Aunque también por la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez en 1989.
“Me resulta difícil y triste hablar de una institución de la que fui presidente”, dice el investigador teatral larense Leonardo Azparren, el último gerente que tuvo el Teresa Carreño antes de la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia. “Con una compañía de ballet que era orgullo continental, bajo la sabia dirección de Vicente Nebrada. Con un coro de ópera vigoroso y muy profesional. Un personal técnico que sigue siendo de los mejores del continente. Cuando a la Casa de Teresa, como me gusta llamarla, la convirtieron en tribuna política, una violación inadmisible, comenzó un deterioro moral y profesional entristecedor, incluso un deterioro físico de sus instalaciones, como es fácil constatarlo”, agrega Azparren.
El pecado privado. El modelo de gestión y el uso ideal de la instalación han sido, desde aquel abril de 1983, puntos de debate probablemente nunca resueltos. En 1990, el primer director del Teresa Carreño, Salvador Itriago, fallecido en 2004, denunció lo que a su juicio era un exceso de comercialización: “Para los espectáculos masivos comerciales está el Poliedro”. Hoy, el músico y compositor Alfredo Rugeles, que se encargó de la dirección musical del TTC a finales de los años ochenta, piensa que no se debería descartar ninguna vía de financiamiento. “Me gustaría un modelo mixto, que permita autonomía a la institución.
El Estado no puede solo con eso. El patrocinio privado no puede ser un pecado. Lo popular puede ayudar a lo clásico: un concierto de Jorge Drexler, por ejemplo, podría subsidiar un espectáculo de danza. En lo personal, extraño aquellas temporadas con hasta seis óperas al año y el festival de réquiems. Pude dirigir en una y otra especialidad. Había oportunidades para cantantes líricos que ya no las hay tanto”, recuerda Rugeles.
“El Teatro Teresa Carreño ha sido un reflejo del país: desde su inauguración se le ha maltratado. Los gobiernos de Luis Herrera o Carlos Andrés Pérez le empezaron a dar un uso que no le correspondía, pero Hugo Chávez más que ninguno”, critica el arquitecto Enrique Berrizbeitia, ex presidente de la Fundación Amigos del Teresa Carreño. “El teatro nunca fue la maravilla tecnológica que se nos quiso hacer creer, y hoy está totalmente obsoleto con respecto a instalaciones equivalentes de Ecuador o Perú, por citar sólo dos países de la región. Pero sigue siendo el mejor de Venezuela. Debería ser un templo de cultura, clásica o popular, nunca una tribuna política. Fue un símbolo positivo de la ciudad y los que lo manejaron nunca supieron sacarle provecho a eso para negociar intercambios más astutos con el sector privado. Más que un espectáculo determinado, lo que más extraño es aquella época en la que el Teresa Carreño tenía un público que lo veía como algo suyo, que lo quería y estaba pendiente de él”, finaliza Berrizbeitia.
Hitos
“Mi gran orgullo es haberle producido en 1996 a Vicente Nebrada el Cascanueces, uno de los más grandes espectáculos del ballet venezolano, contra presiones muy fuertes”, recuerda Leonardo Azparren. En un balance de los primeros 10 años del Teresa Carreño, publicado en El Nacional, se destacaban como puntos altos, además de la creación del Ballet Teresa Carreño y Danza Hoy, los récords de taquilla de Juan Luis Guerra y 4.40 y Kenny G. El mimo Marcel Marceau fue otro visitante de gran prestigio.
La cifra
198 espectáculos con 750.000 asistentes, entre ellos 13 óperas y 21 ballets, fue el balance que presentó el director Elías Pérez Borjas entre 1985 y 1989
Fuente: EN