El resultado del referendo europeísta refleja el peligroso ajedrez geopolítico al que se enfrentan las antiguas naciones de la órbita soviética.
El apretado triunfo del sí en el referendo europeísta de Moldavia fue considerado una victoria para Occidente o una derrota para Rusia (según la óptica desde la que se mire) que refleja el peligroso ajedrez geopolítico al que se enfrentan las antiguas naciones que pertenecieron a la órbita soviética y que hoy miran hacia la Unión Europea y, por qué no, a la Otán, como una opción para salir de la pobreza y garantizar su seguridad.
Esto, porque el espejo de lo que ha sucedido en Ucrania con la agresión rusa es aterrador y porque Moldavia también tiene dos regiones separatistas prorrusas, Transnitria y Gagauzia, en las que se podría replicar la experiencia dolorosa del Donbás ucraniano.
Sobra decir que, ni de lejos, y a diferencia de Kiev, este pequeño país europeo de apenas 2,4 millones de habitantes tiene las condiciones para hacer frente a una invasión del oso ruso.
El domingo, impulsado por la presidenta Maia Sandu, se impuso el sí con un 50,39 por ciento de los votos contra un 49,61, en medio de un clima de tensiones en donde abundaron las versiones de boicots y noticias falsas vertidas desde Moscú, y la compra de miles de votos en un ambiente de extrema polarización. De la misma forma, Sandu también se impuso en la primera vuelta presidencial sobre el candidato prorruso, pero dado lo apretado de los resultados no es claro si en la segunda vuelta la europeísta logrará conservar su cargo, de lo que en gran medida dependerá el futuro de la adhesión.
Es claro que la exigua diferencia en el resultado del referendo para blindar el proceso plantea serias inquietudes sobre el futuro del proyecto europeísta moldavo, pero también que sería intolerable para Occidente que un país más sucumba ante la desestabilizadora presión de Putin. Lo peor es que gran parte del futuro quizás no dependa de los mismos moldavos sino de lo que suceda, a miles de kilómetros, en las elecciones presidenciales de EE. UU. Allí todo podría cambiar.
Editorial de El Tiempo