U no duda en seguir hablando del magnicidio anunciado por ese emporio de saber, el alto mando político de la revolución. Ya los humoristas han hecho de las suyas con el esperpéntico espectáculo de Jorge Rodríguez. Lo cual era esperable en gente del oficio, como el benemérito Laureano Márquez, pero que alcanzó a personas tan circunspectas como el jefe de la MUD que habló de zarzuelas para clasificar el show aludido.
Otros medios prefirieron darle al asunto mínimo centimetraje, un acontecimiento insignificante por estrafalario y repetido, lo cual provocó la ira de Maduro, quien los tildó de cómplices. María Corina, primer chicharrón de la cazuela, u olla, se puso realmente brava y procedió a acusar al alcalde maromero de varios delitos graves. La Fiscala saltó, como es costumbre, a decir que no era ningún delincuente porque se pueden cometer delitos cuando la patria está amenazada.
El régimen es prolijo en este tipo de trapisondas. No hay que olvidar jamás el insuperable cuento del Eterno sobre el magnicidio de los magnicidios que habría perpetrado Uribe, perdón Santander, contra el Libertador y que dio lugar a uno de los espectáculos más macabros, necrofílico, que se haya dado en la república, con los restos de Bolívar. La cosa no paró en nada como de costumbre. Es el emblema insuperable del trajinado género. Seguramente herencia de Fidel y sus 600 atentados fallidos, lo repitió el alcalde, al menos uno cada tres semanas.
Nosotros pensamos, es una hipótesis, que lo que precipitó el desmadre fue la descomunal victoria de las alcaldesas que demostró que el soberano no cree en guerras económicas, golpes lentísimos, guardias nacionales probos, invasiones gringas y otras especies sino en el derecho a la protesta en un país vuelto leña por la incapacidad, el disparate ideológico y la rapiña inclemente de los rojitos. Era necesario sin duda reforzar, «pruebas» en mano, la versión encubridora, el disfraz de buenos gobernantes asediados por el Mal. Y, de paso, acabar de dividir la MUD, a quien se convocó para mostrarle en vivo los email acusadores y se le pidió expulsar a tan perniciosos sujetos y sujetas. Si por la recepción que hemos descrito se mide, el primer objetivo no se cumplió. Y si es por la respuesta de Aveledo, hilarante y desafiante, tampoco el segundo.
A nosotros nos asalta una cuestión que no es menor, ¿dónde queda el diálogo después de este round? A lo mejor habrá que llamar al mismo Francisco a ver cómo desenrolla tan enrollada cuestión.
Fernando Rodríguez
EDITORIAL DEL TAL CUAL