Muchas supieron adaptarse y expandieron sus servicios ‘online’. Algunas lo hicieron con imaginación.
Otra víctima del covid: T. Sarvotham Shanbhag, “el librero de Bangalore”, en la India, murió este 4 de mayo a la edad de 84 años. Su notabilidad adquirió dimensiones globales con el obituario publicado en The Economist la siguiente semana. Al celebrar su vida, la revista describió también el triste destino de Premier, su librería durante cuatro décadas: sin fondos para pagar el alquiler del sitio, se vio obligado a cerrarla en 2009.
Parecía un obituario del oficio mismo, y de la tienda de libros.
El libro, no obstante, ha demostrado poseer resistencia. Es un gran sobreviviente en el nuevo siglo. En su formato físico, sobrevivió los embates de la revolución tecnológica. Y tal parece que no solo ha sobrevivido durante la pandemia, sino que puede salir fortalecido –en muchas partes las ventas de libros han crecido en estos tiempos de confinamiento–.
¿Pero sobrevivirán las librerías?
Este es el tema central de la revista sabatina del Financial Times, en su edición más reciente, dedicada a un librero inglés empeñado en desafiar a Amazon: James Daunt (‘How to save a bookshop’, FT Weekend Magazine, 5/6/2021).
La pandemia ha representado, por supuesto, un enorme reto para todos los negocios que, como las librerías, dependen de la presencia física.
En medio de la pandemia, los vecinos de Summertown, en Oxford, comenzaron a gozar de la apertura de Libros Daunt, la novena librería establecida por James Daunt en Inglaterra desde que abrió su primera tienda en Londres, en 1990. Sus éxitos atrajeron la atención de las grandes cadenas hace rato. En 2011, Daunt fue contratado “para rescatar” las casi 300 librerías de la firma inglesa Waterstones. Y desde 2019 se encuentra al frente de Barnes & Noble, la enorme cadena de más de 600 tiendas en Estados Unidos.
¿Cuál es su fórmula?
Daunt parece conservar el instinto del librero tradicional, que caracterizó a Shanbhag en Bangalore. En sus tiendas se mantiene ese espíritu de ‘descubrimiento’ que cautiva a los apasionados por las librerías, pero se distinguen también por sus toques decorativos modernos, la forma como se presentan los libros y, sobre todo, el servicio que se presta a los lectores. Los mismos libros, por el colorido de sus portadas, sirven para hacer con ellos exhibiciones que se asemejan a galerías artísticas.
Una librería no es una biblioteca, advierte el artículo en FT Weekend Magazine. Por eso, organizar libros en orden alfabético sirve poco a los amantes de librerías, cuyas visitas tienen siempre el propósito de ‘hojear’. Quienes visitaban la tienda de Shanbhag terminaban comprando libros que encontraban al azar, o recomendados por el librero de Bangalore, experto en el oficio. Las tiendas de Daunt parecen inspiradas en esos principios.
Daunt ha querido rescatar además la vieja noción de intimidad que caracterizaba a las viejas librerías, donde “los lectores devotos” se “sienten como en clubes”. Les ha dado a los libreros autonomía para manejar sus respectivas sucursales.
La pandemia ha representado, por supuesto, un enorme reto para todos los negocios que, como las librerías, dependen de la presencia física. Si el mercado del libro sobrevivió, fue en parte gracias a Amazon. Pero muchas librerías supieron adaptarse a las circunstancias y expandieron sus servicios online.
Algunas lo hicieron con imaginación. Peremen, una librería rusa, ofreció a sus clientes indicar sus temas de lectura preferidos y la suma que quisieran gastar, y recibirían así “una bolsa de libros” sorpresa. En París, Shakespeare and Company, la legendaria librería cerca de Notre Dame, ha creado un “programa de amigos” tras llamados exitosos de sobrevivencia (‘The little bookshops that could’, Financial Times, 13/12/2020).
Estas señales de renacimiento de las librerías deben celebrarse.
Por Eduardo Posada Carbó
El tiempo.com