Será en la audiencia del 16 de abril cuando se definirá si el testaferro Alex Saab es “un diplomático, con fuero, ilegalmente capturado; o un civil, informante que se autoincriminó y luego se refugió en la diplomacia de Maduro”, de acuerdo con una investigación publicada por el diario colombiano El Tiempo.
Las evidencias que fueron desclasificadas hace unos días no dejan lugar a dudas; tampoco el trabajo de seguimiento que ha hecho el periódico de Bogotá, que ha visto confirmados sus datos con este último dictamen del tribunal que le sigue el juicio a Saab.
Lo que más debe lamentar el comerciante-diplomático y sus abogados es que la decisión de que saliera a la luz pública su colaboración con el FBI y la DEA es que se les desbarató el trato que estaban dispuestos a hacer (o seguir haciendo) para que lo liberaran y encarar el proceso desde una lujosa mansión en Miami. Tenían previsto incluso desembolsar 21 millones de dólares. Pero les cortaron las alas.
El juez Robert Scola no aceptó que esta negociación por fianza se hiciera confidencial, y además decidió que se conociera a profundidad todo lo que ha manejado Saab con la justicia estadounidense y que ha llevado a obtener datos concretos sobre el lavado de más de 350 millones de dólares en tratos para construir casas y comprar alimentos.
Al parecer, van cayendo en su lugar las piezas del rompecabezas, pues desde hace meses Saab ha mantenido diferentes reuniones y ha accedido a dar información sobre los manejos de miembros de la cúpula del gobierno chavista que incluyen al propio Nicolás Maduro. Nada de eso es despreciable, pero sigue siendo evidente que en algún momento le ofrecieron algo más jugoso y sus agallas se agrandaron.
Fue cuando al fin decidió ignorar la fecha que le habían puesto la DEA y el FBI para que terminara de dar la información, en mayo de 2019. Allí dio un giro de 180 grados y prefirió seguir acumulando riquezas provenientes del dinero de los venezolanos. Y ya en julio, la justicia estadounidense cumplió su promesa, se le levantó el estatus de cooperante y fue arrestado en Cabo Verde.
De nada sirvieron las reuniones en Bogotá, Barbados o París, muy cerca de su lujoso apartamento. Pero sí todos los datos que dio sobre los sobornos que pagó a personeros del gobierno chavista para escalar de un simple contratista a un enviado plenipotenciario para negociar con países africanos. Toda esta red de corrupción está retratada en lo que contó durante por lo menos 12 meses y es por eso que, evidentemente, Miraflores no dejará de defenderlo.
No se trata de un gran servidor del gobierno, de gran lealtad y excelente amigo, es que tiene demasiado que contar y ha sido pieza clave en los negocios ilícitos millonarios. Si hay que nombrarlo embajador, negociador de paz, novio de la madrina, lo harán, para evitar que siga cambiando de bando.
Editorial de El Nacional