Venezuela necesita buenas noticias que le levanten el ánimo, que le hagan creer en sus potencialidades otra vez, que le hagan olvidar por un momento la tragedia que atraviesa. Y ese regalo lo dio Yulimar Rojas, que acaba de recibir el Trofeo Comunidad Iberoamericana de Deportes.
No solo la carrera de Yulimar llena de orgullo a los venezolanos, sino que España haya reconocido sus logros con un trofeo que dice mucho. En febrero de 2020 la atleta batió en Madrid el récord del mundo de triple salto en pista cubierta (15,43 metros), pero el premio reconoce su trabajo durante 2018, lo que quiere decir que su trayectoria ha llamado la atención desde hace tiempo.
“Para mí es un honor estar aquí. Estoy muy agradecida con España por todo el cariño que me dan y por hacerme sentir en casa. Insisto que mis logros son de ustedes, de Venezuela, del mundo. Estoy muy feliz”, dijo Yulimar. Y no puede ser de otra manera, pero hay que hacer notar que el país que la recibe con tanto cariño y premia sus esfuerzos es adoptivo.
Yulimar tuvo que dejar Venezuela como muchos otros atletas y deportistas para poder alcanzar a cabalidad sus potencialidades. Su entrenador se la llevó a Guadalajara, España, en donde entrena en pistas acondicionadas y con el equipo y los implementos necesarios. Aquí, en su barrio, Pozuelos, en el estado Anzoátegui, practicaba en una cancha maltrecha y con zapatos regalados. Era necesario salir, emigrar, para poder cumplir sus sueños.
Con apenas 24 años de edad, la atleta ha sabido aprovechar las oportunidades que su talento le ofrece y por eso agradece al país que la recibe. Pero su triunfo se lo dedica a sus compatriotas, a todos esos niños que ven en ella una inspiración.
Yulimar, una joven mujer venezolana, es ejemplo de que el esfuerzo hace la diferencia. Con tenacidad se ha empeñado en conseguir las mejores marcas. Cuando la ven rodeada de la realeza o levantando una presea dorada, muchos padres deben soñar con que algún día ningún prospecto de atleta venezolano tenga que dejar el país para poder ganar medallas.
Entre los niños venezolanos hay muchos como esta atleta y se merecen políticas educativas que les permitan desarrollarse a cabalidad sin tener que dejar su casa y sus afectos. El que le robe esos sueños no puede llamarse venezolano.