El gobierno de Nicolás Maduro ha ignorado olímpicamente a los maestros. Ni reclamos ni protestas. Las marchas no hacen mella en un régimen que pareciera interesarse sólo por sus propios negocios y por lo que beneficia a la mayoría. Los maestros tienen que lidiar con condiciones salariales indignas, no muy diferentes de la mayoría de los trabajadores públicos de este país.
Es por eso que evalúan ir a paro indefinido. Y, con las reservas del caso, han planteado preguntarle, hacer una consulta amplia, sobre la paralización de actividades, lo que sería una suerte de riesgo, ya que sabemos en qué han terminado la mayoría de las acciones sindicales.
Si los maestros se mantienen unidos y hacen consciente a la ciudadanía de que deben plegarse a la lucha habrán logrado gran cosa, porque despertar a la nación no es tarea fácil. Poco a poco algunos gremios, sobre todo los trabajadores de la salud, han ido juntándose, ayudando, uniéndose a la protesta. Pero todavía es insuficiente para hacer que escuche este gobierno.
Maduro y su gente, además de ser unos expertos en dividir, son unos artistas en dejar pasar, y esperar que la desesperanza gane terreno, que el cansancio haga mella en un pueblo que lo ha perdido todo. Por eso es tan importante la gesta que los maestros llevan adelante. Son punta de lanza, aunque quizás ellos mismos no son conscientes de lo que hacen.
Harían bien los políticos, en vez de seguir mirándose el ombligo, en apoyar estos reclamos, hacerlos visibles, involucrarse en las protestas y, además, pedir a todos que ayudemos, que no nos dejemos arropar por la indiferencia y el cansancio. Solo con el concurso de todos los maestros triunfarán. Y también lo haremos nosotros.