La barbarie se manifiesta a través de expresiones pavorosas. Está allí, en las alturas del poder, agazapada en espera de mostrar sus colmillos. Solo se oculta porque no le queda más remedio, se disfraza de revolución para que nadie la vea cómo es en esencia, para que nadie advierta la tenaza de sus extremidades, pero la fatalidad de su vocación la conduce a mover los tentáculos para convertir en polvo todo lo que signifique civilización y convivencia mesurada.
Tiene que acabar con sus antípodas, tiene que evitar la comunicación de todo lo que la exhiba como en realidad es. De allí que utilice métodos reprobables con el objeto de ser solo ella, la barbarie completa, la barbarie propiamente dicha.
El método que ahora ha escogido consiste en la negación del papel que necesitan los periódicos, las revistas, los editores y los impresores independientes para hacer su trabajo. Solo emprende la medida contra ellos.
La barbarie se muestra condescendiente con los pliegos requeridos por sus voceros. Para ellos no hay restricción porque no puede sobrevivir sin la existencia de un pueblo de idiotas que escuche únicamente las sandeces que salen de su cabeza diminuta, de lamentables panfletos llenos de estereotipos, de deplorables misales que anuncian la resurrección del Comandante Supremo y el entierro de la burguesía parasitaria. La barbarie vive de voces huecas cuyo objetivo es la domesticación de una sociedad acostumbrada a pensar. Quiere lograr el objetivo a través de la imposición de un solo camino para el tránsito de las ideas, aunque nada de lo que circule con su bendición se parezca a una idea.
Debido a los dictados de la barbarie, El Nacional de hoy circula sin algunos de sus suplementos. La barbarie ha impedido que vean la luz porque evita que los editores obtengan el material necesario para su impresión. Los lectores solo tendrán ahora una ración disminuida de letras y pensamientos porque la barbarie no quiere que se indigesten con alimentos perniciosos. Entre las lecturas que hoy están vedadas por orden de Nuestra Señora la Barbarie destaca el Papel Literario, un capítulo del periódico que inició su camino el 15 de agosto de 1943 con un luminoso texto de Antonio Arráiz y que ha desarrollado una trayectoria de excelencia reconocida en el país y en otras latitudes. Hoy se ha clausurado el paso de los ensayistas, los narradores, los poetas y los críticos que llevan setenta años desde las páginas del Papel Literario acompañando al lector, a los padres del lector y a los abuelos del lector.
Pero la sociedad puede regodearse en la masiva circulación de millones de ejemplares de la Constitución en los cuales se dibuja a Bolívar acompañando al Comandante Eterno mientras entrega el devocionario de la salvación a los niños de la patria; mientras el Libertador, gracias a una grosera iconografía, se vuelve cómplice del Gigante en una faena de adoctrinamiento cuyo propósito consiste en la edificación de un aula nacional de borregos. Para esa pedagogía sobra el papel.
El Nacional, al denunciar sin cortapisas un nuevo y feroz atentado contra la libre circulación del pensamiento, asegura que utilizará todos los medios lícitos que estén a su alcance para evitar la victoria definitiva de la barbarie.
Editorial de el Nacional