El MP3 (MPEG-1 o MPEG-2 Audio Layer III) es un formato de codificación de audio, que usa un algoritmo de compresión de datos con pérdida de calidad. El sistema aprovecha una limitación perceptual de la audición humana, eliminando los sonidos que normalmente son inaudibles para un ser humano.
El trabajo se basó en múltiples investigaciones sobre la audición y el sonido, partiendo con el descubrimiento en 1894 de que algunos tonos se volvían inaudibles cuando otro tono de una frecuencia más baja sonaba al mismo tiempo. Se considera el “padre” del MP3 a Karlheinz Brandenburg, un estudiante de doctorado alemán de la Universidad de Erlangen-Nuremberg, que comenzó a trabajar en un sistema de compresión de audio en 1982, que se enfocaba en la manera en que las personas percibían la música.
Hasta ese momento, el proceso de codificación era diseñado para filtrar una señal en capas de sonido, que podían ser guardadas o descartadas dependiendo de su importancia relativa. Pero el sistema era muy inflexible. El plan de Brandenburg era flexibilizarlo, usando el conocimiento sobre qué escuchamos y qué no.
En 1988, se formó un grupo internacional llamado Moving Picture Experts Group (MPEG), que buscaba un estándar para un códec de audio. El grupo trabajó en tres niveles: Layer I, Layer II, Layer III – este último consistía en el más complejo, con mejor calidad de sonido a bajo bitrate. Brandenburg y las personas que habían empezado a trabajar con él en el códec, de los laboratorios AT&T Bell y la Universidad de Erlangen-Nuremberg, pensaron que podrían postular lo que estaba desarrollando a ser un estándar.
Antes de presentar su trabajo, Brandenburg experimentó con una canción de Suzanne Vega a capella en MP3, que según el ingeniero “es el peor caso para el sistema que teníamos en 1988. Todo lo demás sonaba OK, pero la voz de Suzanne Vega era destruída», explicó Brandenburg en una entrevista a NPR.
El investigador escuchó una y otra vez la canción, perfeccionando el sistema hasta que la codificación lograra ser fiel a las sutilezas de la voz de la cantante. “Creo que en el tiempo escuché la canción unas 500 o 1.000 veces. De hecho, todavía me gusta. Esa fue la parte buena“, dice Brandenburg.
El ingeniero completó su tesis de doctorado en 1989, y en 1990 se convirtió en profesor asistente en la universidad. Desde ahí continuó trabajando en el códec con investigadores de la Fraunhofer Society.
En 1991, sólo dos propuestas estaban disponibles para convertirse en el estándar de MPEG. Uno era Musicam (Masking pattern adapted Universal Subband Integrated Coding And Multiplexing) y ASPEC (Adaptative Spectral Perceptual Entropy Coding). El primero había sido propuesto por Philips, CCETT y el Institut für Rundfunktechnik.
ASPEC en tanto era la propuesta de los laboratorios AT&T Bell, Thomson Consumer Electronics, Fraunhofer Society y CNET – el trabajo de Brandenburg. Aunque había sido incluido como uno de los “finalistas” por su eficiencia, no convenció a todos por ser muy complejo.
Finalmente tras las discusiones se impuso el MP3, que el 14 de julio de 1995 recibió ese nombre de extensión (.mp3) para los archivos.
Internet
Internet se convirtió en el hogar natural para el MP3. En la Fraunhofer Society pensaron que aquí encontrarían también un modelo de negocios. La idea era que las herramientas para codificar los archivos – herramientas que serían usadas por grandes compañías – serían caras, pero los sistemas para decodificar y poder escuchar el audio serían muy baratos. Así, el sistema se popularizaría.
El primer sistema de decodificación de MP3 que se masificó fue Winamp. “El conocimiento sobre cómo decodificar MP3 estaba disponible libremente. Ayudamos a las personas a tener ese conocimiento. Todavía teníamos las patentes; muy temprano nos decidimos por un modelo que no afectaría a los autores que entregaban su trabajo gratis. En algún momento, las personas que crearon Winamp pagaron por usar la patente”, dice Brandenburg.
Pero en 1997, un inesperado vuelco cambió los planes de los creadores del MP3 y su modelo de negocios, iniciando “la guerra” con la industria de la música. Ese año, un estudiante australiano compró la “licencia profesional” para usar el MP3 y codificar archivos con esta tecnología. Pagó con una tarjeta de crédito de Taiwán robada. Miró el software, consiguió los datos y los subió a un FTP de una universidad estadounidense con un archivo readme que decía “Esto es freeware, gracias Fraunhofer“.
“Derrochó nuestro modelo de negocios. No estabamos felices. Tratamos de atraparlo, le contamos a todo el mundo “este es software robado, no lo distribuyan“, pero aun así el modelo de tener sistemas de codificador caros y decodificadores baratos estaba terminado“, cuenta Brandenburg. “Cuando descubrimos que la gente usaba nuestra tecnología para distribuir de forma no autorizada música en la red – esa no era nuestra intención, claramente. Debo decir, no creo que todo lo que hace la industria de la música es correcto o bueno, pero creo que deberíamos tener respeto por el trabajo de artistas y todos los involucrados, y es justo que se les pague por eso“, opina.
Como sea, lo hecho, hecho estaba. Brandenburg relató que intentaron hablar con la industria de la música sobre las posibilidades de cómo reaccionar a esto, porque estaba claro que las cosas habían cambiado para siempre.
Pero la situación todavía se pondría más compleja: en 1999 nació Napster. La industria reaccionó tratando de demandar al sitio, que se convirtió en el centro mundial de la música en internet (que finalmente cerró y fue vendido a raíz de las demandas), y demandar a los usuarios que compartían datos.
Otra idea fue agregar DRM a sus formatos de audio, para evitar que la gente usara los archivos de maneras no autorizadas por la empresa. Ninguna de las dos opciones hizo cambiar de comportamiento a los usuarios.
Finalmente el MP3 se impuso por la fuerza, siendo ocupado de forma masiva por su facilidad y conveniencia. La aparición del iPod en 2001, y de tiendas de música digital legales más tarde reforzarían al formato, pero está claro que las disputas respecto al copyright sólo comenzaron aquí, y están lejos de terminarse.
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