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El origen de las vacaciones

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Opinión

El origen de las vacaciones

En la antigua Roma los Días Vacantes (de Vacatio, exento de obligación) eran, al contrario que en la actualidad, los días en los que se trabajaba pero que estaban exentos de obligaciones religiosas.

 

 

 

 

 

Más tarde, en la edad media, y según consta en Las Partidas de Alfonso X, los campesinos tenían derecho a las “vacatio judiciales”, o lo que es lo mismo a las vacaciones judiciales. Vacaciones algo peculiares, ya que eran el derecho que tenía el campesinado a no ser citado por los tribunales durante los dos mees de máxima labor en el campo, que coincidían con el verano, para que estos no descuidasen sus obligaciones.

 

 

 

 

 

 

Como los jueces se quedarían con poco trabajo, decidieron tomarse el verano (coincidiendo con el mayor rendimiento del campo) de descanso, y por ello se tomaron tres meses de vacaciones. Cómo el Clero vio en que consistía el negocio y le pareció atractivo, también se tomaron sus meses de descanso en el verano, y como eran ellos los que prácticamente impartían docencia, pues los niños también gozaron de dicho privilegio.

 

 

 

 

 

 

 

Las primeras referencias del turismo moderno aparecen escritas por Hipólito Taine, describe en su libro Orígenes de la Francia Contemporánea cómo se impuso la costumbre de veranear entre los aristócratas franceses del siglo XVIII: con la llegada del verano, los nobles se dedicaban a comer, bailar, cazar y «desempeñar la comedia de la aristocracia, cuyo primer deber era la hospitalidad».

 

 

 

 

 

Los nobles residentes en Versalles y en París viajaban a la Champagne, donde la riqueza era ostentada en interminables caravanas de coches y caballos, una mesa bien servida y el alojamiento dispuesto para el primer hidalgo andariego que golpeara a la puerta del castillo.

 

 

 

 

 

 

 

En 1836 se publicaron en Alemania las primeras guías de viajeros y empezaron a construirse hoteles en los nuevos balnearios. Con la expansión del ferrocarril, las clases populares pudieron hacer sus primeras incursiones en el turismo moderno. Sin embargo, hubo que esperar hasta el siglo XX para que la clase media —la gran mayoría— se hiciera acreedora a su merecido descanso veraniego.

 

 

 

 

 

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