El origen de la palabra bancarrota proviene, como el de muchas otras, del latín. Pero no de una sola palabra, sino de dos, «bancus», que significa banco o mesa, y «ruptus», que significa roto.
Pero aunque este es su origen etimológico, su origen histórico proviene de los primeros banqueros italianos del Medievo. En esa época los banqueros no disponían de oficinas ni lugares específicos para realizar sus tratos. Si necesitabas un banquero lo encontrabas normalmente en lugares públicos, como las plazas, siempre sitios muy frecuentados.
Y normalmente estos banqueros utilizaban un banco (similar a los que podríamos encontrar ahora en un parque) donde realizaban las operaciones propias de su oficio, contaban el dinero, hacían sus letras de cambio, y todo tipo de movimiento y transacciones propias de ellos.
Y así trabajaban, el problema era cuando el negocio no funcionaba por que perdía todos sus clientes o porque no era capaz de pagar las deudas con ellos, con lo que tenía que cerrar. Sin negocio, el banco se rompía literalmente, de forma que las personas que pasaran por delante del banco roto, sabían que aquel no era un buen lugar para hacer negocios.
Ahora romper un banco es imposible, pero ver como quiebra una entidad o individuo esta a la orden del día.
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