En su escritorio hay una montaña de papeles. Las paredes están cubiertas de tapas de revistas enmarcadas y de todo tipo de recuerdos. Hay una enorme zapatilla de Shaquille O’Neal junto a cascos de fútbol americano, cinturones de boxeo y otros artículos deportivos dispersos por todos lados en la oficina del magnate en la Trump Tower.
Por Clarín
Mucho antes de incursionar en la política, a Donal Trump le encantaba coleccionar cosas. Es un hábito de toda la vida que, junto con sus descuidos, su tendencia a ignorar las reglas y su caótica partida de la Casa Blanca tras negarse a aceptar su derrota electoral, desembocaron en una investigación que plantea extraordinarios retos políticos y legales.
El reciente allanamiento de su casa en Mar-a-Lago en busca de documentos de sus años en la Casa Blanca fue una medida sin precedentes en contra de un ex presidente que se da por descontado volverá a postularse a la presidencia.
Las autoridades no han revelado qué contenían exactamente las cajas que se llevaron, pero el FBI dijo que recuperó una cantidad de documentos, incluidos algunos que podrían causar daños “excepcionalmente graves” a los intereses de Estados Unidos si son revelados al público.
Pegarlos con cinta
No está claro por qué Trump se negó a entregar los documentos confiscados a pesar de reiterados pedidos de que lo hiciese. Pero su tendencia a ignorar la Ley de Archivos Presidenciales, que estipula cómo se deben manejar esos archivos, está bien documentada a lo largo de su gestión como presidente.
Acostumbraba a romper documentos que luego tenían que ser pegados con cintas adhesivas. Documentos oficiales que normalmente son entregados al Archivo Nacional se mezclaban con sus objetos personales en la residencia presidencial. Tuiteaba información clasificada, que podían ver periodistas y adversarios. Incluso se la halló en los baños de la Casa Blanca.
John Bolton, quien fue el tercer asesor de seguridad nacional de Trump, dijo que, antes de que llegase él, había escuchado que «flotaba en el aire una cierta inquietud acerca de cómo manejaba la información. Con el correr del tiempo, me di cuenta por qué».
Documentos incautados en la casa de Donald Trump. Foto Reuters
La decisión de llevarse documentos clasificados a Mar-a-Lago, una propiedad por la que pasa mucha gente, en la que se hacen bodas, actos políticos, eventos benéficos y otras actividades, encaja dentro de un viejo patrón de ignorar los secretos que pueden afectar la seguridad nacional. Antiguos colaboradores dijeron que Trump mostraba una actitud displicente en relación con información clasificada.
En una cena con el primer ministro japonés de entonces, Shinzo Abe, en un patio de Mar-a-Lago, por ejemplo, los comensales pudieron ver y fotografiar documentos que Trump y Shinzo observaron sobre pruebas de misiles de los norcoreanos.
En una ocasión Trump pasó a funcionarios rusos información altamente clasificada de fuentes israelíes acerca de la organización Estado Islámico. En otra, tuiteó una imagen satelital de alta resolución de una aparente explosión en un centro espacial iraní, que personal del servicio de inteligencia había dicho era muy delicada. Trump insistió en que tenía «un claro derecho» a compartirla.
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AP