El Borussia le empató dos veces. Falta de reacción de Zidane en los cambios con 1-2.
El Madrid llegó a estar muy bien, pero eso es lo peor. Otra vez fue psicológicamente incapaz de mantener dos ventajas. Presenta también un síntoma que debe observarse a medio plazo: le “poseen” la pelota sin demasiado drama.
Salía con un 4-3-3 agravado. Agravado porque estaba con la BBC, con James y encima sin Casemiro. De primeras, una alineación casi temeraria por los antecedentes. Un 4-2-3-1 con el centro del campo hecho un suspiro. “Suspirillos alemanes” era lo que decían que escribía Bécquer.
El partido empezó con dos balones parados: uno de Cristiano y luego Castro para estirada inaugural de Keylor, que debutaba esta temporada. Keylor es un portero ruidoso, aspaventoso. Le suenan las paradas.
El partido era raro. Muy rápido, muy ligero, los dos equipos muy largos, desparramados ambiciosamente en el campo. El Madrid subía la presión y la tocaba con celeridad. Quería ser el “diamante” que atrapara la organización postfordista del Borussia, que es un equipo que quiere ganar al Bayern por lo moderno y lo organizativo.
Pero inevitablemente, el Madrid se alargaba y aparecía un Borussia de toque renovado. Eso es ya claramente el postguardiolismo, el post-Joachim Low, es decir, la asimilación alemana de la fiebre española del toque.
Posesión del Borussia
El Borussia surgía a partir de Weigl, un jugador maravilloso, lánguido y puntual como un muchacho pecaminoso, e iba imponiendo de primeras un fútbol abierto y rápido. Era toque acelerado, pase sin morosidad, como la fugaz visión de un toque virilizado, vertical, que acababa en Dembelé, un extremo gigante y de vanguardia con cuerpo de mediocentro. El Borussia llegaba con gran facilidad a su mediapunta, y alrededor del minuto 11 el Madrid ya estaba encajonado: tiro de Gotze que forzó otra parada de Keylor, otra llegada de Dembelé, merodeos varios…
Pero pasaban dos cosas: los centrales del Madrid estaban bien -Varane le sacaba un cuerpo en el sprint a Aubameyang- y el Borussia mostraba los límites de su propia elasticidad dejando unos enormes espacios en defensa.
Quizás Tuchel se pasaba de audaz con un Madrid que sí, tenía el centro del campo resumido, pero a cambio sacaba su versión «colectivista» de Champions. Eso tan horrible que llamamos “compromiso”. Corrían todos ygustaba mucho James por su rapidez (por fin) y su prontitud en la respuesta.
Este Madrid implicado se notaba no solo en la defensa, sino en el nervio del pase. Otra velocidad, otra electricidad.
B. Dortmund-Real Madrid
Borussia Dortmund
Burki; Piszczek, Sokratis, Gintel, Schmelzer; Dembélé (Pulisic, min.73), Weigl, Castro, Guerreiro (Mor, min.77); Goetze (Schuerrle, min.58) y Aubameyang.
Real Madrid
Navas; Carvajal, Varane, Ramos, Danilo; Modric, Kroos, James (Kovacic, min.69), Bale, Benzema (Morata, min.88) y Ronaldo.
Goles
0-1, min. 17: Cristiano. 1-1, min. 43: Aubameyang. 1-2, min. 68: Varane. 2-2, min. 87: Schuerrle.
Árbitro
Mark Clattenburg (Inglaterra). Amonestó a Schmelzer (min.50), Weigl (74), Guerreiro (77) y Aubameyang (93), por el Dortmund, y a Sergio Ramos (63), por el Real Madrid.
En el 16, Modric descorrió el velo del Borussia, Benzema se salió de la jugada en un salto al costado, James prolongó la diagonal y Bale la taconeó para Cristiano. El gol era, en parte, el retorno de la BBC. Su vuelta y la de Keylor serán las agarraderas de los optimistas (alpinistas del clavo ardiendo).
El partido era una orgía entre dos equipos de membrana fina, de comercio frenético. El Borussia volvió a hacer lo mismo, pero más lentamente, medrosamente. Volvió a tocarla Weigl, pero el Madrid no sufría porque corrían todos. Hubo un par de llegadas locales: un remate de cabeza de Soktratis tras córner y otra jugada de Dembele, que disfrutaba del carácter casi deslizante de la marca de Danilo, que sin embargo respondía por su banda. Por allí, buscándole la vuelta a Dembelé, lo intentó el Madrid con un pase de Bale y una bicicleta algo oxidada de Cristiano, que al hacerla parecía Lina Morgan.
Pero en el 42, en una falta lejana llegó el error de Keylor. Despejó con puños blandos y el mustio rechace le rebotó a Aubameyang.
Instantes después, a Cristiano le anularon correctamente un gol. La historia de la jugada era, de nuevo, la combinación superior entre Modric y Benzema, que imantaban alemanes como polillas alrededor de su malabarismo.
Zidane tarda en reaccionar
El partido se reinició igual. Ambición táctica de los dos equipos y contragolpes, facilidad. Navas le paró un tiro importante a Aubameyang.
El Dortmund tenía la pelota de forma sostenida, y el Madrid asumía sin complejos esa versión suya agazapada ante los equipos más estructurados.El Borussia cambiaba a Gotze por Schurrle y se hacía menos denso en el centro, más abierto. Inmediatamente apareció Kroos y su otear de pases magistrales.
Bale podía a Schmeizer, los centrales ataban a Aubameyang y Danilo alargaba bien la zancada de Dembelé. Fue imponiendo el Madrid esas pequeñas certidumbres, victorias en el campo como en la noche de Manchester contra el City. Poco a poco. Las fibras del Madrid se hacían más sólidas, más liviano todo lo que no tocaba Weigl en el Borussia, y el partido cambió como acostumbra, con el balón parado: Cristiano al segundo palo, Benzema al larguero y Varane remata el rechace.
El partido ya sólo tenía el riesgo de la relajación, de gustarse. El dominio del Madrid era grande, adulto, pero le llega entonces la tentación narcisista, el momento de embeleso de Ramos con su propia sombra. Bosteza como un hipopótamo y tiene el hambre corta.
El Borussia es un equipo estupendo, pero joven aún, una galería de individuos fichables como Mor, que agitó el final. El Madrid se apesebró (un Belén humano en la portería), Zidane se durmió gravemente en los cambios, Carvajal escenificó de nuevo un fallo colectivo y Schurrle empató. El Madrid tiene un problema de concentración, la mente cansada.
Fuente: abc