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El llanto por Messi

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El llanto por Messi




 
Qué afortunado debió sentirse Lionel Messi cuando se enteró de que el usurpador de Miraflores lloró con él cuando se despidió del Barcelona Fútbol Club. No cualquiera le arranca lágrimas a Maduro.

 

 

Llama la atención que sea esta situación la que le haya tocado las fibras, porque ha dado muestras de que no se conmueve ante nada que afecte al pueblo venezolano. Al contrario, se ha empeñado en mostrarse como la persona más despreocupada del mundo, que se siente orgulloso de sus pasos de baile y que «duerme como un bebé» porque nada le quita el sueño, como le dijo en una ocasión a Christiane Amanpour de CNN.

 

 

Privilegiado el millonario jugador de fútbol que le arrancó lágrimas al mandamás, lo que ni siquiera hizo al enterarse de la historia de sacrificios para llegar a Tokio de la atleta Ahymara Espinoza. Eso sí, delante de los olímpicos venezolanos se llenó la boca diciendo que quería mucho al futbolista argentino porque lo conocía a través de Diego Maradona. ¿En serio? El sentido de la oportunidad lo perdió en el camino.

 

 

El hecho de que Maduro rompa en llanto porque a Messi no le renovaron el contrato evidencia lo que a él le importan los problemas reales del país.

 

 

En este momento algunos se preguntan si al exsindicalista le duele igual la muerte, la última semana, de dos adolescentes venezolanos que no pudieron recibir un trasplante de riñón. Por ellos no ha llorado ni ha dado discursos. Lo que es peor, tampoco hace nada para detener los fallecimientos, aun cuando está en sus manos la solución a este grave problema.

 

 

No se conmueve cuando los venezolanos de la tercera edad salen a la calle a quejarse por una pensión de menos de dos dólares mensuales. Tampoco por el estado deplorable de la infraestructura y los servicios de las universidades públicas.

 

 

No siente pena por los más de 700 trabajadores de la salud y médicos que han muerto por el covid-19, aunque sabe que muchos pudieron haberse salvado si les hubiesen vacunado o dotado con equipos de bioseguridad. No se le encoge el corazón con la cantidad de enfermos oncológicos que solo esperan la muerte porque no tienen cómo pagar los tratamientos.

 

 


Mucho menos empatiza con las miles de madres que se quitan la comida de la boca para dársela a sus hijos ni por el aumento de la desnutrición en el país. Ni pensar que le dé tristeza el crimen ecológico en el Parque Nacional Canaima ni los indios desamparados de la zona.

 

 

Venezuela se desmorona ante sus ojos y lo que le causa sufrimiento es que el Barcelona le dio una patada a Messi. Por él sí derrama lágrimas, aunque sean de cocodrilo.

 

 

Necesitamos calma y cordura, como diría Eleazar López Contreras, para soportar tales manifestaciones de ¿dolor?

 

Editorial de El Nacional

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