Elisabeth Kalhammer fue la miembro más famosa del equipo de sirvientes que tenía Adolf Hitler en Berghof, su segunda residencia y hogar de descanso.
La memoria de Kalhammer sobre aquella época, se ha mantenido intacta todos estos años, guardando celosamente muchos detalles y curiosidades sobre la vida del temido Führer hasta hace unos años, cuando concedió una entrevista en exclusiva al diario austríaco Salzburger Nachrichten, en la que relató las anécdotas acerca del período de vida que pasó sirviendo al dictador alemán.
Elisabeth Kalhammer en la entrevista para el diario austríaco Salzburger Nachrichten.-
Elisabeth aplicó en 1943 en un anuncio publicado en una agencia alemana de empleo que solicitaba sirvienta para trabajar en la región de Obersalzberg. En aquel momento ella no sabía que trabajaría para Hitler y, a pesar de que su madre le dijo que no aceptase el trabajo, la joven Kalhammer sintió que no podía rechazarlo ya que su familia se encontraba en una difícil situación monetaria…
A pesar de que en un principio se sintió abrumada cuando llegó a la casa; no tardó absolutamente nada en comprender que tenía permitido pensar lo que quisiera, pero nunca decirlo en voz alta. Elisabeth trabajó en Berghof hasta casi el final de la guerra, cuando ella y los demás trabajadores fueron evacuados por un ataque aéreo de los Aliados…
Las condiciones del contrato contaban, por supuesto, con una cláusula de estricta confidencialidad; cualquier persona que revelase algún detalle sobre lo que en Berghof pasase, se enfrentaría a un castigo estricto.
Aunque Elisabeth nunca habló directamente con Hitler, era una de las 22 chicas del servicio, que se encargaban de ordenar la habitación del Führer. También lavaba, cosía y planchaba la ropa, hacía la limpieza, y era la encargada de preparar el té, que a Hitler le gustaba tomar en su taza de porcelana de Nymphenburg.
Este grupo de 22 chicas era dirigido por Eva Braun, quien “siempre fue muy buena, y se comportaba como la señora de la casa, aunque no estuviera casada con Hitler”, según contó Elisabeth.
Kalhammer afirmó -de acuerdo a sus memorias- que Braun era muy elegante, pero también muy amable, especialmente con el servicio. Unas navidades la señora le regaló lana, con la intención de que tejiese calcetines para los soldados del frente oriental. Realizó varios e incluso pudo enviarle un par a su propio hermano.-
En el Berghof el hombre más poderoso de Europa podía dejar de ser el Führer y convertirse simplemente en Adolf, un hombre casi como cualquier otro, con sus manías, gustos y aficiones… Un hombre cuyo “verdadero yo”, para muchos, era radicalmente opuesto al ideal que había extendido el régimen nazi desde 1933.
El lado humano del sanguinario Führer del Tercer Reich
Las peculiaridades de la vida cotidiana del dictador eran muy conocidas entre las sirvientas y el personal que más contacto directo tenía con él; así pues, Elisabeth conocía de primera mano el lado más humano del Führer…
Elisabeth recuerda que su jefe tenía un severo problema con el bazo, lo que le obligaba a seguir una estricta dieta, para la que incluso tenía su propia cocinera; además, solo podía beber agua tibia… Sin embargo, cada noche, el terrible dictador se levantaba a hurtadillas para darse atracones de cualquier dulce que encontraba en la cocina.
Y es que Hitler tenía una debilidad enorme por las cosas dulces… no se podía resistir a las galletas, los bollos de crema e incluso podía comerse él solo 1 kg de chocolate al día sin ningún problema.
No obstante, su manjar más preciado era lo que en la casa llamaban la ‘Führer Cake’, un pastel de manzana con nueces y pasas que debía hornearse cada día, dejándose a la vista en la cocina para que Hitler, como si fuera un pequeño niño travieso, asaltase la cocina mientras el resto de la familia dormía.
Además, el dictador -a pesar de que era un adicto al trabajo- odiaba con todo su corazón despertarse temprano y, por ello, rara vez de levantaba antes de las 2 de la tarde.
Elisabeth contó también que el Führer era un gran amante del cine; incluso contaba con una sala privada de proyección en Berghof.
Una vez Hitler le permitió a las doncellas que utilizaran esta sala de cine cuando se emitió la película propagandística protagonizada por la actriz Marika Rökk, una de las estrellas favoritas del régimen nazi.
A pesar de que, efectivamente, Elisabeth Kalhammer fue la miembro más famosa del equipo de sirvientes del dictador, el libro de Anna Plaim y Herbert Döhring, Living with Hitler: Accounts of Hitler’s Household Staff, le dio voz a personajes igual de cercanos al Führer como lo fueron Herbert Dohring y Karl Wilhelm Krause… personajes que contaron cosas mucho más íntimas que Elisabeth.
Dohring fue sirviente en Berghof -donde además su esposa trabajaba como cocinera- desde 1935; y Krause fue retirado del ejército alemán para convertirse en asistente personal de Hitler, pasando tanto tiempo con el dictador que incluso llegó a recibir el apodo de ‘sombra’.
Karl Wilhelm Krause contó que según empezó a trabar de cerca con Hitler, se percató de que el Führer odiaba la ropa nueva; de hecho, sus prendas civiles estaban tan gastadas que ni siquiera un humilde oficinista las habría querido. Lo mismo le pasaba con sus viejas botas altas, de las cuales no podía soportar estar separado.
Krause lo describe como obsesivo, terco y malhumorado, contando que una vez -cansado de ver al líder nazi usar la misma ropa todo el tiempo-, llamó a un sastre para que fuera a la casa a confeccionarle ropa nueva a la medida; sin embargo, lo que ganó con eso fue un terrible enfado por parte del dictador.
El asistente del dictador también recuerda, con mucho horror, la relación que Hitler tenía con su ropa interior: a veces se la cambiaba tres o cuatro veces en un mismo día, y otras podía estar tres días sin ponerse calzoncillos limpios… Además, le parecía insoportable la ropa interior nueva, por lo que solía tener escasez de interiores.
La relación tóxica de Adolf y Eva
Eva Braun, junto a Adolf Hitler, junio de 1942.-
El exsirviente, Herbert Dohring, afirmó en sus declaraciones para Living with Hitler: Accounts of Hitler’s Household Staff que, aunque se enteró muy tarde de la relación que Adolf Hitler mantenía con Eva Braun, todos los empleados de la casa estuvieron al tanto desde el principio.
Sin embargo, esta relación no era tan apasionada y romántica como muchos medios la han querido hacer ver… principalmente por la obsesión con el trabajo que tenía Adolf.
Dohring cuenta que una noche en la que Hitler estaba trabajando en su estudio, Eva entró sin permiso después de haber tocado más de tres veces y el dictador se volvió totalmente loco. Le gritó hasta que la mujer no tuvo más remedio que retirarse de la habitación…
El criado recordó así sus palabras: “¡Siempre vienes cuando no quieren que me molesten! ¡Deberías ver que estoy trabajando! ¡Ahora no tengo nada que pedirte!”.
Es probable que ese terrible humor fuera una de las causas que llevó a la novia del líder nazi a querer suicidarse en varias ocasiones (una, con una pistola, y otra con pastillas).-
No obstante, aquella no fue la única explosión de rabia que tuvo el dictador con ella, pues era un hombre extraño y lleno de contradicciones…
De hecho, según despertaba, los empleados ya sabían si iba a ser un día bueno o un día malo: si el líder nazi bajaba las escaleras desde su habitación tarareando, era sinónimo de que estaba alegre; por el contrario, si silbaba, era mejor no cruzarse en su camino.
Contrarias a las declaraciones de Elisabeth sobre Eva Braun, Dohring la recuerda como una persona que siempre estaba amargada y aburrida, que solía enfadarse cuando los criados no podían darle los lujos que solicitaba…
Culturizando
Con información de: ABC | BBC | EuropaPress