No dejan de ser sorprendentes los movimientos del régimen que preside Daniel Ortega en Nicaragua, cada vez menos democrático, cabe decir, para subrayar cuánto se ha alejado de la Constitución y cuanto más pretende hacerlo a partir del proyecto de reforma presentado al Senado.
Allí se incorpora la reelección indefinida sin segunda vuelta, se debilita la democracia representativa en nombre de la “democracia directa”, se autoriza el empleo de militares en cargos políticos y judiciales, mientras se otorgan al presidente competencias legislativas.
Internacionalmente, Ortega ha armado un rompecabezas que incluye la pertenencia de su país al Tratado de Libre Comercio de Centroamérica y República Dominicana con Estados Unidos, al Proyecto Mesoamérica con los vecinos centroamericanos, México y Colombia, a la vez que al Alba y Petrocaribe.
No le está yendo mal económicamente en crecimiento e inversiones, aunque la deuda social siga siendo muy grande, como enorme es también la corrupción. Nicaragua, país no productor de petróleo que es beneficiario de cooperación energética venezolana, exporta petróleo (¿?) y, según denuncias recurrentes, son opacos los registros financieros de lo que recibe de Venezuela en crudo y derivados, y de lo que envía por compensación en alimentos.
Esta semana se añadió otra pieza al rompecabezas del oportunismo: Ortega invitó a naves de Estados Unidos (desempolvando un acuerdo de 2001) y también de Rusia a hacer patrullaje marítimo con la armada nicaragüense en el primer semestre de 2014.
Se trata de operaciones antinarcóticos y contra ilícitos en los espacios marítimos, con expresa mención a lo delimitado por la sentencia de la Corte Internacional de Justicia que hace un año dictaminó sobre el contencioso con Colombia y dejó a Nicaragua un amplio espacio marítimo que encierra dos de los cayos colombianos.
Paralelamente a la invitación de patrullaje, el gobierno nicaragüense demandó a Colombia por tercera vez en seis años ante la CIJ, alegando el incumplimiento del fallo del 19 de noviembre de 2012. Con Panamá, Honduras, El Salvador y particularmente con Costa Rica también ha habido tensiones vinculadas a la proyección marítima que el gobierno de Ortega se ha propuesto extender.
Todo esto, desde la supuesta amplitud de la política exterior de Ortega, parece apuntar al proyecto de construcción de un canal interoceánico y al de exploración petrolera en la plataforma continental.
Es mucho el ruido regional que hace el régimen nicaragüense. Mucho se parece al venezolano, salvo por el empeño en consolidar su proyección marítima y el aprovechamiento de las oportunidades económicas que le brinda pertenecer a los más diversos acuerdos, especialmente al Alba y Petrocaribe.
Pero lo esencial de la fórmula es común: tejer con la política exterior una red de intereses y negocios que proteja un desempeño inocultablemente antidemocrático.
Editorial de El Nacional