En ausencia de una institucionalidad que obre a favor de una gobernanza económica global, el Grupo de los 20 países desarrollados y emergentes más grandes del planeta ha venido, desde su primera cumbre en Londres (2008), supliendo las deficiencias de organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio.
Puede acreditársele al G 20 el haber evitado una depresión económica mundial a raíz de la crisis financiera de 2008, causada en Wall Street por las emisiones de deuda sin respaldo y por otros títulos tóxicos que enmarañaron el sistema financiero mundial, en detrimento de sanas políticas prudenciales de crédito que promoviesen la formación de capital fijo, la inversión reproductiva, la producción de bienes y servicios y las nuevas tecnologías. La crisis dio al traste con el notable crecimiento económico del quinquenio 2003-2007.
Una mezcla inteligente de políticas fiscales y monetarias expansivas evitó un aterrizaje forzoso y la economía mundial comenzó a reactivarse desde el año 2010, aún cuando esa recuperación sigue siendo frágil y necesita ser auto-sostenible sin la palanca fiscal y monetaria de los estados.
El G 20 anunció modestos avances (eventual regulación de paraísos fiscales y bancas paralelas). Aunque la cumbre de San Petersburgo produjo un saludo a la bandera al reiterar la decisión de no aplicar medidas proteccionistas y exhortar a reanimar la paralizada ronda Doha de la Organización Mundial de Comercio, la ansiada reactivación mundial no podrá auto-sostenerse sin un tratado multilateral que derribe las barreras arancelarias y para-arancelarias, especialmente en los países desarrollados de Norteamérica, Europa y Asia.
Luis Xavier Grisanti
Fuente http://www.analitica.com/