Cada vez que Irán vota la comunidad internacional tiene tanta esperanza en un cambio de rumbo en la política de la república islámica como la demostrada por los 18 millones de ciudadanos que ha aupado a la presidencia a Hasán Rohani. No importa que la experiencia de anteriores mandatos reformistas como los de Hashemi Rafsanyani oMohamed Jatami indique que en el fondo nada cambia. El régimen es experto en generar expectación y el 72 por ciento de participación alcanzado en las elecciones del viernes, aunque un 13 por ciento inferior a las controvertidas cifras oficiales de 2009, le sirve como carta de presentación sobre la legitimidad del sistema 34 años después de su establecimiento.
La elección de Rohani no ha dejado a nadie indiferente. Enemigos como Israel pidieron mantener la presión y «no hacerse ilusiones» de cambios, declaró el primer ministro, Benjamín Netanyahu. La visión realista del estado judío contrastacon la «señal potencialmente esperanzadora» de que la república islámica hará las reformas necesarias para trabajar con la comunidad internacional, que percibe el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Denis McDonough.
Entre los mejores aliados regionales de Irán los primeros mensajes de felicitación llegaron desde Siria y Líbano. El presidente Bashar al Asad aseguró que su país desea “reforzar las relaciones” con el nuevo Gobierno iraní, un socio imprescindible para su supervivencia en un país que lleva más de dos años en guerra. Hizbolá, otra de las piezas clave en Siria y en la resistencia que Irán patrocina contra Israel, emitió un comunicado firmado por su secretario general, Hasán Nasrala, que dio la enhorabuena a Rohani «por haberse ganado la confianza del pueblo».
Fiesta en Teherán
A nivel local, las calles de ciudades como Teherán se llenaron de jóvenes que salieron a festejar su victoria como si Irán hubiera ganado el Mundial de fútbol. Nada extraño en un país donde se aprovechan la mínima oportunidad para celebrar en público lo que normalmente hay que hacer en privado. El Líder Supremo tuvo palabras de reconocimiento hacia el sucesor de Ahmadineyad, que también recibió el mensaje del sector más duro de la república islámica, los Guardianes de la Revolución, cuerpo paramilitar creado por el Ayatolá Jomeini, que se mostraron dispuestos a «colaborar con la próxima administración en el marco de las responsabilidades y misiones asignadas legalmente».
La victoria reformista ha sorprendido a todos, en primer lugar a los propios iraníes que daban por hecha la llegada a la presidencia de uno de los cinco candidatos ultraconservadores. Rohani no ha sido nunca un líder reformista, se trata de una figura considerada «moderada», pero que siempre ha estado a la sombra de Mohamed Jatami y Hashemi Rafsanyani. Tampoco su discurso es equiparable al de Mir Husein Musavi o Mehdi Kerrubi, últimas figuras reformistas en las elecciones de 2009 que permanecen en arresto domiciliario. Este clérigo de 64 años es más bien una vía intermedia que el régimen ha rescatado de su inagotable recámara para destensar la presión interna que arrastra desde la reelección de Ahmadineyad y la imposición de las fuertes sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos, que asfixian la economía local.
Fuente: ABC