Joan Rivers imaginó para sí misma un funeral a su altura: excesivo, estrafalario y muy divertido. La humorista, fallecida el pasado jueves a los 81 años, escribió en su libro «Odio a todo el mundo… Empezando por mí misma» que quería que sus exequias fueran «un acontecimiento del mundo del espectáculo, con luces, cámara, acción…». Rivers deseaba la presencia de paparazzi, «publicistas montando un follón» y Meryl Streep llorando «con cinco acentos diferentes». Cambiaba elegías y «rabinos divagando» por un vestido de Valentino y un ventilador para que «incluso en el ataúd, mi pelo ondee como el de Beyoncé».
La realidad se le ha acercado mucho. Ayer, el templo judío Emanu-El era un jaleo desde la mañana. Los medios y los seguidores se agolpaban en las vallas de seguridad instaladas en la acera de Central Park frente a la sinagoga, en la esquina de la Quinta Avenida con la calle East 65th. Para Rivers, un funeral debía ser «un show de alfombra roja para gente muerta». La lista de personalidades de Hollywood, Broadway, la televisión y los negocios que acudieron a su despedida estaba a la altura de los grandes acontecimientos: Sarah Jessica Parker, Carolina Herrera, Michael Kors, Barbara Walters, Whoopi Goldberg, Donald Trump o Rosie O’Donnell fueron algunos de los invitados que se pudieron ver a la entrada del templo.
Meryl Streep no lloró ante su féretro, ni Rivers se libró de la elegía, que corrió a cargo de la estrella de la radio Howard Stern. Pero todo apunta a que la humorista hubiera quedado satisfecha de su funeral (aunque probablemente dijera lo contrario con un chiste ácido). La ceremonia fue «como poco, irreverente», dijo en un tweet el presentador de radio y televisión Billy Bush, que aseguró que a Rivers «le hubiera encantado» y que la definió «el mejor funeral posible». El programa que recibieron los asistentes estaba repleto de sus frases más famosas. El Coro de Hombres Gay de Nueva York cantó «What a Wonderful World» y clásicos de musicales como «Big Spender» (de «Sweet Charity») o «There Is Nothing Like a Dame» (de «South Pacific»). La cantante de Broadway Audra McDonald –ganadora de seis premios Tony- interpretó la canción «Smile» y Hugh Jackman también ofreció un número musical. Hablaron su hija Melissa, su amiga Margie Stern, la columnista Cindy Adams y la presentadora de televisión Deborah Norville. Sonaron las gaitas de la banda de la Policía de Nueva York, que cerraron la ceremonia tocando «New York, New York» a la salida del templo.
La circunstancias de la muerte de Rivers, que estuvo una semana en coma tras sufrir un paro cardiaco durante una endoscopia rutinaria, están bajo investigación de las autoridades sanitarias de Nueva York. Ayer, sin embargo, sólo había lugar para un homenaje donde no faltó la diversión, como a ella le hubiera gustado. «Sé que su última voluntad hubiera sido que volviéramos a reír pronto», dijo su hija Melissa tras conocer el fallecimiento.
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