El hallazgo en Siria de un ordenador portátil perteneciente a un miembro de Estado Islámico con información sobre la fabricación y efectos de armas biológicas, concretamente sobre el uso de la peste bubónica en atentados a gran escala, ha terminado por refrendar que el grupo terrorista lleva meses intentado potenciar su arsenal con armas de destrucción masiva amparado en un dictamen emitido por un clérigo radical saudí que ha aprobado el uso de las mismas para «borrar a todos los infieles de la faz de la Tierra».
La percepción de los expertos sobre la capacidad de Estado Islámico para fabricar armas biológicas ha cambiado con el paso de los meses. Lo que en julio –cuando se conoció que el por entonces denominado ISIS había intentado llevarse restos de gas mostaza y gas sarín durante un asalto a un antiguo complejo de Sadam Husein– se consideró como un fenómeno preocupante pero aislado ha cobrado especial relevancia tras el descubrimiento del ordenador y los rumores sobre la identidad de su propietario: un ingeniero químico educado en Túnez.
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