Esta nota de Infobae recoge que el día 17, después de su intervención en el Foro Económico Mundial, en Davos, Suiza, Javier Milei fue tema de conversación para más de 340.000 usuarios en las redes sociales, de acuerdo con la consultora Taquion. Y un dato más, y aún mayor: 75 millones de personas interactuaron en alguna publicación respectiva al mandatario de Argentina que apenas está por cumplir 40 días en el poder. América Latina se ha ido quedando a la cola del mundo, pero siempre tiene cómo lanzar una estrella al firmamento.
Reunido bajo el tema «Reconstruir la confianza», el foro de Davos convoca a 100 gobiernos, las principales organizaciones internacionales y un millar de empresas asociadas. También a líderes de la sociedad civil, expertos, agentes del cambio, emprendedores sociales y medios de comunicación.
En los 23 minutos que habló Milei, repartió una ración para cada uno de los representantes de esos sectores o nichos presentes en Davos, que algún escozor habrán sentido. «Todos. No hay diferencias sustantivas. Socialistas, conservadores, comunistas, fascistas, nazis, social-demócratas, centristas. Son todos iguales», dijo al identificar a los enemigos de la libertad. Los que profesan el colectivismo. Los aplausos fueron discretos y breves. La mitad de las butacas del gran auditorio donde habló estaban vacías, según el diario bonaerense La Nación, aunque otras crónicas citan el interés que el argentino con pinta de viejo rockero despierta en los pasillos, que es donde se cocinan los asuntos.
El diferente es Milei. El líder libertario que le pide a los gobernantes de Occidente que despierten porque los valores que representan están en peligro, cooptados por las ideas del socialismo, que significa hambre, pobreza, desinversión y cero crecimiento. Él habla con ventaja y así lo plantea cuando dice que los argentinos han padecido esa miseria por 80 años, y luego se corrige y son 100. «Ya lo vivimos, ya pasamos por esto, una espiral descendente en la que cada día somos más pobres».
Milei tiene cifras para explicarlo todo y las suelta con desparpajo. Las páginas mediáticas que se encargan del chequeo de datos carecerán de tiempo para comprobar sus números sobre la evolución del PIB per cápita mundial desde el año 0 hasta la actualidad. O la insistencia en que su Argentina fue líder mundial y ahora cayó al lugar 140.
Quizás tantas cifras y tantas certezas –no hay modestia, ni dudas, en el presidente argentino- dificulta entender el “mundo Milei”, donde se cuestionan la temáticas ambientales y feministas y el control poblacional a través de la “agenda sangrienta del aborto”. Oportuno es criticar las exageraciones de un lado, como del otro. Pero este Milei que aún parece en campaña desconoce la mesura.
Pocas, vagas y conocidas las referencias sobre su país, pero nada sobre cómo sacarlo a flote. Su cuestionamiento al poder regulador e interventor del Estado y cómo de esa manera se recorta la libertad económica y se genera atraso en lugar de desarrollo, que tiene asidero estadístico, necesita ser “vendida” con más asertividad y menos estremecimiento, de lo cual ya hay bastante en su nación.
Sí, el Estado, como dijo, es el problema, o gran parte del problema, porque está alejado del ciudadano, porque no puede ser eficiente metiendo la mano en tantas áreas; porque, como también lo dijo, un burócrata sentado en una lujosa oficina tiene el poder de decidir sobre la vida de las empresas, del emprendimiento y de cada individuo. Y porque una gran mayoría de los Estados, sobre todo en nuestra parte del mundo, no defienden con el celo que deberían esos valores esenciales de la vida, la libertad y la propiedad, en los que reiteradamente insistió Milei.
Pero lo que interesa a final de cuentas es si Milei, su gabinete, las fuerzas que lo apoyan y sus ideas son capaces de recomponer el entuerto de su país. Nada haría más por la causa de la libertad y del progreso con equidad -esa palabra no la esquivó- que su país se rehaga sobre nuevas y sólidas bases. Para esta América Latina desnortada sería un acierto contagioso. ¡El mundo lo mira, señor Milei!
Editorial de El Nacional