El espejo argentino

Los resultados de las elecciones argentinas del pasado domingo han alentado interesantes reflexiones que resulta más que pertinente repasar desde Venezuela.

 

No se trata de leerlas como mero ejercicio de marcar semejanzas y diferencias entre los dos cuadros. Lo relevante es detenerse en las semejanzas en los rasgos más negativos que derivan de la personalización del poder presidencial que, a lo largo de una década, se fue concentrando en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Es lo que el reciente proceso electoral comienza a desafiar.

 

Aunque los comicios del 27 de octubre fueron para renovar parcialmente las dos cámaras del Congreso, el escrutinio arrojó la pérdida de los principales distritos electorales argentinos por el gobierno de Cristina Kirchner y la reducción de más de veinte puntos de apoyo respecto a su victoria en las presidenciales de 2011.

 

Los padecimientos de salud impidieron a la presidente participar en la fase final de la campaña, lo que contribuyó a amortiguar la caída en su popularidad: no está muy claro cuánto por la solidaridad de los electores con sus quebrantos y cuánto por el receso obligado a su vehemencia y agresividad. En esto último tal vez estén encontrando su respiro unos cuantos maltratados dirigentes de su propio frente político.

 

El suyo es el Frente para la Victoria, coto kirchnerista del peronismo; un parentesco que la señora Kirchner no ha dejado de cultivar con su recurrentes referencias a Evita. Esta parcela política se muestra cada vez menos sólida, atada como está a un ejercicio del poder que es enemigo de institucionalizar reglas que lo limiten y despersonalicen.

 

El desafío que se asoma a los argentinos es complejo. La verdad es que la larga permanencia en el poder y el afán de mantenerlo –que la mayoría legislativa que ha conservado el oficialismo no le permitirá traducir en una enmienda reelecionista –se sostiene sobre la presión incesante de la presidente sobre los otros poderes para sofocar a críticos y competidores.

 

El llamado “cepo publicitario”, aplicado por el gobierno a los medios independientes, y la legislación para supuestamente democratizarlos, han sido fórmulas para limitar la libertad de expresión mientras crece el conglomerado de medios paraoficiales.

 

Va en aumento entre los argentinos la resistencia ante un gobierno cuya ineficiencia se hace sentir en un deterioro acelerado de la calidad de vida y en una preocupante vulnerabilidad económica, pero esa inconformidad se mueve dentro de los canales que tanto ha obstruido un poder que se empeña en olvidar la alternancia.

 

En el panorama político argentino, todavía sobre la estela de la crisis económica y política de comienzos de este siglo, la atomización de una oposición muy inconstante en sus alianzas ha facilitado la pérdida de contrapesos y límites al poder presidencial. Es de la disidencia del multiforme peronismo desde donde se proyecta un candidato.

 

Temas para pensar, en Venezuela.

 Editorial de El Nacional

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