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El ejemplo de McFields

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El ejemplo de McFields


 

Arturo McFields durante su intervención en la plenaria de la OEA | Captura de pantalla

 


En una plenaria virtual de la Organización de Estados Americanos, cuando todos los representantes de los países miembros escuchaban atentos, Arturo McFields dijo sencilla y llanamente que estaba cansado de callar, de fingir y de defender la dictadura indefendible de Daniel Ortega en Nicaragua.

 

 

Su voz no era de ira, sino de puro dolor. Es el sentimiento que transmite cuando recuerda que en una reunión de la Cancillería con un equipo de asesores sugirió que liberaran al menos a 20 presos políticos ancianos y 20 reos comunes enfermos y solo obtuvo como respuesta: “No vamos ni a tomar nota de eso”. De cuántas otras demostraciones de soberbia y maldad no ha sido testigo McFields siendo, como es, un diplomático con varios años de servicio.

 

 

Es comunicador social de la Universidad Centroamericana en Managua y comenzó el servicio exterior como agregado de prensa en la embajada de su país en Estados Unidos. Ha sido primer secretario, ministro consejero y desde octubre de 2021, el titular de Nicaragua ante la OEA. Pero inmediatamente después de que sus palabras dieron la vuelta al mundo por las redes sociales, el Ministerio de Exteriores de Ortega se apresuró a decir que “no los representa”. Qué fácil dicen mentiras, como si no se pudiera consultar la página de la organización para saber quién está acreditado.

 

 

Lo que sucede es que los agarró desprevenidos. Cuentan por los pasillos de la OEA que nadie sabía lo que pensaba decir el embajador nicaragüense ayer. Ni sus subalternos de la oficina ni su familia. Su acto de valentía fue también un desahogo.

 

 

No podía seguir defendiendo lo indefendible, expresó. La crueldad del régimen de Ortega se lleva a todos por delante. Los empleados públicos, civiles y militares, la gente toda en Nicaragua sufre uno de los peores gobiernos que con sangre fría ha violado los derechos humanos de miles, mantiene 177 presos políticos y desde 2018 registra al menos 350 muertos. Hay que ser de piedra para no conmoverse al escuchar sus palabras.

 

 

Se queja el embajador de la falta de libertad de expresión, de que a todos los obligan a fingir y repetir consignas, de que las ONG no pueden llegar para ayudar a los necesitados, de que alrededor de 170.000 nicaragüenses han huido. A cualquier venezolano que lo escuche se le debe encoger el corazón, porque este país ha sufrido con creces del mismo mal y en la actualidad pareciera que no hay voz con el suficiente coraje para denunciarlo abiertamente.

 

 

McFields tiene esperanzas, las mismas que cobijan los venezolanos todos los días, disminuidos a una simple masa que lo que procura es la supervivencia diaria. Asegura el diplomático que tanto dentro como fuera del gobierno de Ortega hay quienes quieren detener tanta maldad y que tarde o temprano ocurrirá. Hoy no podemos más que reconocer lo que hizo, porque no es fácil. Es un ejemplo de lealtad al pueblo que representa, no a un gobierno criminal, que debe ser motivo de inspiración para las sociedades que se propongan acabar con un régimen opresor.

 

 

Editorial de El Nacional

 

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