El precio de un dólar en Venezuela refleja el desquiciamiento de la economía. Un dólar puede costar Bs. 6,30, Bs. 200,0 y Bs. 310,0. Ello es un absurdo que dificulta la formación de los precios porque un bien importado se paga a esos tipos de cambio a lo cual se agrega la complicación para reponer los inventarios porque nadie sabe a cuánto se podrá adquirir un dólar en el futuro inmediato.
El dólar que se adquiere a Bs. 6,30 es el premio a la corrupción, expresada en la sobrefacturación de las importaciones que ha permitido que algunos con tratos preferenciales con el gobierno se vuelvan millonarios de la noche a la mañana. Ese precio del dólar no sirve ni para bajar la inflación ni para apuntalar con insumos importados la actividad económica. Dólar adjudicado por el gobierno a Bs. 6,30 es un dólar perdido en el laberinto del control de cambio. Conviene recordar que el gobierno lanzó el Sistema Marginal de Divisas (Simadi) como la gran solución frente al alza del precio del dólar en el mercado paralelo. Basta recordar a dos personajes de la picaresca de la economía venezolana, Nelson Merentes, presidente del BCV y al General Rodolfo Marco Torres, Ministro de Finanzas, anunciando que con el Simadi pulverizarían al dólar paralelo. Lo que ha pasado es exactamente lo contrario: el pulverizado ha sido el bolívar, debido a que desde que comenzó a funcionar aquel sistema a mediados de marzo de 2015, el valor de un dólar en el mercado paralelo 2015, saltó de Bs. 230,0 a Bs. 310,0 en la actualidad.
Lo que ha provocado esta depreciación del bolívar en el mercado paralelo de cambio es un esquema de política económica sin sentido, dirigido por un elenco de funcionarios con menos sentido todavía de lo que debe ser el curso de una economía sana. El Directorio del BCV ha venido bombardeando la economía con dinero que nadie quiere y que al circular se transforma automáticamente en demanda de moneda extranjera y presión sobre el tipo de cambio y los precios, generando este cuadro de casi hiperinflación que sufre Venezuela.
Por tanto, la masa de dinero emitida por el BCV y multiplicada por los bancos mediante el crédito en lugar de financiar el crecimiento de la economía, se devuelve contra las menguadas reservas del BCV y busca comprar desesperadamente bienes escasos. Hoy, la posición de reservas internacionales del BCV luce extremadamente comprometida al alcanzar algo más de US$ 17.000 millones, el nivel más bajo en por lo menos diez años, con el agravante que la porción líquidas de esos activos en moneda extranjera es de apenas US$ 900 millones.
Lo que ha ocurrido en Venezuela es un milagro al revés. El de un país que recibió miles de millones de dólares por la venta de su petróleo y que hoy su población está pasando hambre, haciendo colas interminables para adquirir algunos alimentos y ciertas medicinas y su moneda en proceso de extinción. Si esa es la transición al socialismo, cómo será entonces el socialismo.
José Guerra