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El dólar derrumba barreras

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El dólar derrumba barreras

   

A principios de julio el economista José Guerra explicaba que el fenómeno de desaceleración de la hiperinflación que ocurrió en junio se debía a que el precio del dólar se había mantenido estable por varias semanas. Sin embargo, aclaró: “Habrá que ver si esto puede sostenerse a lo largo del tiempo”. Pues, ya vimos que no. Ayer la divisa se cotizó a más de 4 millones de bolívares.

 

 

Si los venezolanos al ir de compras el fin de semana pasado se asustaron con el aumento de los precios, les pronosticamos un infarto para este, pues hace tiempo que en el país cuando sube el dólar el costo de la canasta alimentaria se va con él. En junio una familia de 5 miembros necesitó un poco más de 300 dólares para comprar alimentos. Y eso con el retroceso de la hiperinflación, que para ese mes registró 6,4%, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Finanzas, que celebraba que era la más baja del año. Pues ya pueden olvidarse de eso para julio.

 

 

Era motivo de alegría, debido a que la de mayo casi llegó a 20%, la acumulada a 333% y la interanual a 2.615,5%. Eso sin contar con las cifras del Banco Central de Venezuela, que siempre difieren de las que recogen organizaciones no gubernamentales. Para el BCV la de mayo fue de 28,5%, por encima de la calculada por el OVF.

 

 

Es sabido que cuando se ven todos estos números juntos, poco se entiende de las implicaciones de la macroeconomía en el bolsillo del ciudadano común. Lo que es realmente triste es que el venezolano lleva tantos meses metido en esta espiral inflacionaria que ya asume como normal el cambio de precios de un día para otro. Ya no hay sorpresa porque un kilo de queso pase de 11 millones a 18 millones. O que los mismos 15 huevos que compró hace una semana ahora cuestan el doble.

 

 

Y eso para los que aún pueden decir que “hacen mercado”, pues la peor desgracia de esta situación es que cada día aumenta el número de personas que no se puede dar el lujo de comprar comida. Los padres se la quitan literalmente de la boca para dársela a sus hijos y muchos ancianos se mueren desnutridos. Ese es el peor crimen de este régimen, el homicidio silencioso, cotidiano, que no se llegará a ver en su totalidad sino cuando se hayan ido. Como la hambruna de Joseph Stalin en la Unión Soviética o la ceguera por desnutrición de la Cuba de los años noventa.

 

 

Y si a eso le sumamos lo que dicen los productores del campo, lo que se espera para este segundo semestre del año y el que viene es mucho peor. Siendo así, ¿todavía se duda de la urgencia de acabar con la ineptitud de este régimen que nunca supo gobernar y no le importa la vida de los ciudadanos?

 

Editorial de el Nacional

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