La intervención de Felipe VI era esperada el miércoles con impaciencia por los españoles. Como jefe del Estado le correspondía inaugurar la XV Legislatura de la democracia española, recuperada tras 40 años de dictadura del general Francisco Franco. Es este un particular y agudo momento de tensión política en la sociedad española, luego de la investidura de Pedro Sánchez y la impensada negociación política que la hizo posible.
Al rey habrá que leerlo entre líneas, en los énfasis que puso en ciertas palabras, en las mínimas pausas; detenerse en su rostro adusto que las cámaras mostraron mientras la presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, lo antecedía en la palabra. Armengol pareció la política socialista que es y menos la autoridad parlamentaria que representa. Una parte de los asistentes ni siquiera tuvo la cordialidad de aplaudirla cuando concluyó.
No hay que hablar demasiado para decir lo que hay que decir o llamar la atención, con sutileza e inteligencia, sobre lo que está en juego en España. Felipe VI se dirigió a las «señorías» allí presentes y a todos los españoles que siguieron el acto por las medios y las redes sociales durante tan solo once minutos y medio, los suficientes para remarcar la idea de una España «cohesionada y unida».
Felipe VI quiso darle relevancia al acto de inaugurar una nueva legislatura más allá de su valor formal y tradicional, por su profundo contenido democrático, establecido en la Constitución que los españoles votaron en 1978, como punto final de su modélica transición democrática. Fue, dijo, la mejor expresión de entendimiento en la historia de la nación española.
«Reivindicar el profundo significado de aquel pacto –y subió la voz en pacto, y alzó la mirada a todos los presentes– entre los españoles está en el origen de nuestra democracia y no es en absoluto mirar atrás con nostalgia; sí es en cambio una orgullosa y consciente reafirmación de nuestras mejores capacidades como país y del mejor logro que ordena en nuestros días la vida de la sociedad española, la Constitución», enfatizó.
«Nuestra obligación, la obligación de todas las instituciones –continuó el monarca– es legar a los españoles más jóvenes una España sólida y unida, sin divisiones, ni enfrentamientos».
Unas palabras que necesariamente obligan a pensar en la coalición de gobierno de Pedro Sánchez, en la que una parte de sus socios –que tiene además la llave de la estabilidad del Ejecutivo– aboga por la partición de la integridad territorial española, como los propios voceros de Juntos por Cataluña y ERC –la izquierda catalana– han dicho a los cuatro vientos.
Al rey, como jefe del Estado, le corresponde respetar los tiempos y los modos de la política. Confiar, como destacó, en la actuación de las instituciones y, es de entender, solo en última instancia hablar con la fuerza de la unidad nacional que representa y que recordó en su intervención. A buen entendedor…