Su exmarido Juan Carlos Lecompte presenta una demanda por ocultarle bienes. Su amor no sobrevivió a los seis años de secuestro de la política colombiana por la guerrilla de las FARC
Ingrid Betancourt y Juan Carlos Lecompte, tras la liberación de la política colombiana en poder de las FARC en 2008
Hace años que no se sabía nada de la ex candidata presidencial colombiana Ingrid Betancourt, quien fue liberada en 2008 tras permanecer más de seis años secuestrada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Se supo que en 2011 logró su divorcio con el publicista Juan Carlos Lecompte y que rehizo su vida estudiando teología en la Universidad de Oxford. De vez en cuando manda una opinión sobre los diálogos de paz en Cuba o sobre el presidente de turno. Pero Ingrid no volvió. No es popular en Colombia. Y ella lo sabe. Sin embargo la revista «Semana», la de mayor circulación en Colombia, la desempolvó.
Y lo hizo contando intimidades de su vida privada en un artículo que tituló «Rabia en el Corazón». Los comentarios de los lectores fueron viscerales: «Por decir lo menos es incomprensible que existiendo noticias tan inmensamente trascendentales en un país como el nuestro, la revista exponga en su portada una novela titulada «Rabia en el corazón». Rabia en el corazón es lo que siente Colombia por losderechos vulnerados de los niños, por la situación lamentable de los adultos mayores, por la pobreza extrema, por la distribución incoherente de la riqueza», decía uno de los tantos comentarios enviados a la revista.
«Semana», en efecto, aprovechó que el apoderado de Lecompte, Helí Abel Torrado, interpuso una última demanda en la que acusa a la excandidata presidencial de haber presentado ante el Juzgado 15 de Familia de Bogotá un documento en el que asegura no tener ni activos ni pasivos sociales. «Con estas afirmaciones fue falseada la realidad… buscando ocultar los bienes que por derecho también le pertenecen al denunciante y acreedor», señala el litigante.
En la demanda, además, se agrega que para ocultar los bienes que comparte con su exesposo, Betancourt usaba de manera deliberada diferentes nombres. En un país era Lecompte Pérez, en otro Betancourt Pulecio y en otros Delloye.
¿Cómo una pareja que al parecer se quería tanto, que simbolizó la fuerza del amor en medio de la guerra, y que sobrevivió a la pesadilla de un secuestro eterno terminó en los estrados judiciales sacándose los trapos al sol?, se preguntaba la revista «Semana».
«La relación entre Betancourt y Lecompte está tan llena de pasión como la vida que tuvo ella en la política. Según cuenta él, en su libro «Íngrid y yo, una libertad dulce y amarga», hablaron por primera vez en 1995 en una cabalgata en una finca en las afueras de Bogotá. Como ella no tenía coche y estaba con su hijo pequeño, él se ofreció a acercarla a su casa. Una vez en Bogotá, Lecompte aprovechó para llevarla a dar una vuelta en moto. Pararon a tomarse un café y en la mesa él le escribió en un papel todas las razones por las que creía que ella había aceptado la invitación. Esa tarde se dieron el primer beso».
Tres delitos
Tras contar cómo vivieron años de felicidad y armonía, la revista concluye que como todos los amores, el factor dinero está sacando los trapos al sol. En la demanda Betancourt está siendo señalada de tres delitos: alzamiento de bienes, falsedad en documento privado y fraude procesal. Los bienes que adquirió la pareja mientras estaban casados fueron: un apartamento en París, situado a pocas manzanas del Jardín de Luxemburgo, que Betancourt donó a sus hijos en 2010. Según el documento su valor comercial es de 700.000 euros. Una casa campestre y dos terrenos en Idaho, Estados Unidos, que estarían avaluados en cerca de 300.000 dólares. Aunque la propiedad no estaría a nombre de ninguno de los dos, figura a nombre de una sociedad en Panamá que Betancourt habría constituido en el pasado.
«Como legalmente en la sociedad conyugal entran todos los bienes, lo que recibió la excandidata presidencial producto de sus libros y premios durante el secuestro técnicamente también formaría parte del proceso de divorcio, a pesar de que moralmente son de Íngrid. Y eso no es poco. Aunque se han manejado muchas cifras, y todas son especulativas, en la denuncia se establece que los montos podrían ser los siguientes: 1) Unos 600.000 dólares por las regalías del libro «La rabia en el corazón» con las editoriales Grijalbo y Planeta. 2) Varios millones de dólares por las regalías y anticipos del libro «No hay silencio que no termine en Europa, Estados Unidos y América Latina» con las editoriales Gallimard y Santillana, Aguilar Altea Taurus Alfaguara. Lecompte también tiene dos libros y estos también entrarían en el proceso», explica «Semana». Vaya forma de saberse lo que cada cual tiene.
Fuente: ABC.es
ALEJANDRA DE VENGOECHEADEVENGOECHEAA / CORRESPONSAL EN BOGOTÁ