Cinco semanas después de las elecciones del 23J, España sigue con un presidente en funciones, Pedro Sánchez, el líder del PSOE, y cada vez más cerca, aunque lejos en el calendario, de que el nuevo gobierno no lo encabece por primera vez en los casi 50 años de la democracia de ese país el partido más votado. Esa percepción siguió sin moverse ni un ápice luego de que Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, el líder del PP, se reunieran el miércoles en el Congreso para abordar el incierto panorama de la próxima legislatura. En la monarquía parlamentaria española los apoyos recibidos de las distintas fuerzas políticas definen quién gobierna, salvo que el triunfador de los comicios hubiera alcanzado la mayoría absoluta.
Feijóo, expresidente de la Xunta de Galicia, donde se impuso con repetidas mayorías absolutas, condujo a su partido a un notorio repunte electoral, sumando el caudal de votos que alguna vez tuvo Ciudadanos y otra parte arañada a Vox, su potencial aliado para gobernar. Aún así, le es insuficiente para alcanzar esa mayoría que abre las puertas de La Moncloa, ante la negativa del Partido Nacionalista Vasco de apoyarlo. El rey Felipe VI, jefe del Estado, encargó, sin embargo, a Feijóo que intente la investidura fijada para los días 26 y 27 de este mes, pero las cuentas no dan.
El líder del PP buscó la reunión del miércoles con Sánchez en un intento de entendimiento entre los dos grandes partidos que se han intercambiado la presidencia del gobierno en los últimos cuarenta años y que fueron claves en la transición a la democracia, luego también de cuatro décadas de dictadura franquista. Feijóo propuso una legislatura de dos años (la mitad de lo usual) bajo su presidencia junto con la firma de seis pactos de gobierno sobre regeneración democrática, impulso del Estado de bienestar, saneamiento económico con énfasis en los sectores más vulnerables, clases media, jóvenes y familias, y pactos sobre el agua y el modelo territorial que tanto está en debate. Pero el PSOE no olvida que en la campaña electoral la propuesta fue «derogar el sanchismo» y, por tanto, su respuesta fue fría, con sorna y rechazo.
Dos de los medios más influyentes en la vida política y social española, El País, escorado a la izquierda, y El Mundo, al otro lado del espectro, reflejaron en sus secciones editoriales una visión tan distante como la que persiste entre los dos grandes partidos. «Todos los recursos que procuró exhibir este miércoles Feijóo forman parte del manual del perfecto moderado, que contrasta con las hipérboles de los últimos tiempos», se lee en El País, mientras El Mundo considera que el hombre del PP «se carga de autoridad moral y evidencia que es responsabilidad de Sánchez desterrar la alternativa del sentido común y que prefiere poner el país en manos de una minoría radical».
Sánchez cuenta en principio con 178 votos de una veintena de formaciones políticas (la mayoría es 176) que requiere consolidar sí o sí, como la polémica ley, con el apoyo de Junts per Catalunya (Juntos por Cataluña), la agrupación fundada por Carles Puigdemont, quien como presidente de la Generalitat de Cataluña llevó adelante en 2017 el referéndum de independencia y posteriormente una declaración unilateral de separación del Estado español. Acusado de rebelión, sedición y malversación, Puigdemont huyó a Bélgica para eludir la acción de la justicia.
La imperiosa necesidad del líder del PSOE le otorga a Puigdemont la llave para formar el nuevo Ejecutivo español. El político catalán, según informes de la agencia EFE, anunciará el próximo día 5 los términos de la negociación que puede revalidar la presidencia de Sánchez o, aunque menos probable, forzar una repetición electoral. Queda trecho por recorrer, pero el costo de la renovación del dirigente socialista en la presidencia del gobierno español puede ser muy alto y, en ningún caso, amainará la tensión política ni despejará la incertidumbre sobre la integración del Estado español.
Editorial de El Nacional