El dilema de la Unión Europea

El dilema de la Unión Europea


 
El impacto de la pandemia ha expuesto con renovada claridad el dilema central de la Unión Europea. El virus no ha originado el dilema, aunque sí lo ha agudizado. Ya la crisis financiera internacional de 2008 había mostrado el problema de manera acuciante. Lo que ahora ocurre es otro episodio de un proceso que coloca a los países miembros ante el imperativo de tomar decisiones que han evadido por años.

 

 

La Unión Europea tiene una moneda única, el euro, pero carece de una unión fiscal y bancaria. En una situación como la actual, países con severas dificultades, como Italia, Francia y España, han buscado el apoyo de Alemania a objeto de alcanzar la emisión conjunta de deudas por parte de los integrantes del grupo. En otras palabras, se busca el respaldo alemán para emitir bonos comunes, que susciten confianza en los mercados e impidan el agrietamiento de la credibilidad crediticia del bloque. De modo que la emisión de bonos comunitarios implica que Alemania, la nación más fuerte del grupo, se haga corresponsable de las deudas de otros. En 2008, países como Grecia clamaron por esta salida solidaria mediante los llamados eurobonos. Lo que se plantea hoy es en esencia lo mismo, pero a los hipotéticos bonos se les denomina coronabonos.

 

 

 
En principio, a muchos les parece razonable esa responsabilidad compartida. No obstante, el reto es complicado. El dilema se deriva de una sencilla pregunta: ¿se encuentra el electorado alemán dispuesto a hacerse corresponsable de la conducta fiscal de sus socios europeos menos solventes? La pregunta no tiene respuesta, pues sencillamente el electorado alemán no ha sido consultado sobre el tema y seguramente nunca lo será.

 

 

El dilema de la Unión Europea se resume entonces así: los imperativos económicos la dirigen casi inexorablemente hacia una unión fiscal y bancaria, que complete la unión monetaria encarnada en el euro. Sin embargo, nadie puede estar seguro sobre la opinión al respecto de los diversos electorados nacionales. Es un dilema entre lógica económica y consenso democrático. La Unión Europea lo es solo a medias, a pesar de que sus más resueltos conductores siempre han apuntado hacia la meta de una unión política, con un gobierno europeo que se sobreponga a las soberanías individuales. ¿Se configurará esto algún día? Para ello la unión fiscal sería clave, pero las resistencias son feroces. Lo vimos hace unos días, cuando los europeos alcanzaron acuerdos que aportarán significativas sumas para respaldar las economías más golpeadas por la actual crisis, pero no concretaron los coronabonos. La emisión conjunta de deuda no es aún una realidad.

 

 

Sería un error pensar que se trata meramente de egoísmo o miopía. El problema de fondo es político. El camino propuesto por los más entusiastas europeístas hacia una mayor unión económica, que siempre se traduce en mayor unión política, podría abrir las puertas a un crecimiento aún más vertiginoso de movimientos nacionalistas, como Alternativa para Alemania, la Agrupación Nacional en Francia, Vox en España y otros similares en Austria y Holanda. Nos atrevemos a conjeturar que esta última perspectiva, la de un aumento todavía mayor del radicalismo político en Europa, es la que ata de manos a la señora Merkel.

 

 

Editorial de El Nacional

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