El Papa Francisco en su mensaje Urbi et Orbi, habló de Venezuela y se centró en las dificultades por las cuales estamos atravesando los venezolanos. Una vez mas insistió en el llamado al diálogo, cosa que en Venezuela se ha venido planteando sin éxito desde hace tiempo.
Pareciera que el país tiene hoy una orfandad, un vacío de grandes figuras, que sean capaces de poner su fuerza moral al servicio de esa convocatoria y que gocen de la aceptación de las fuerzas en conflicto político. Los liderazgos de este momento, salvo contadas excepciones, prefieren atrincherarse antes que aceptar el llamado del Papa, que no es otra cosa que el reflejo de la desesperanza y la frustración presentes en el alma de las grandes mayorías.
Los partidarios del diálogo, del entendimiento, de la búsqueda de acuerdos, parecen no servir a la dinámica confrontacional que se le ha impuesto al país. Aunque de la boca para fuera tirios y troyanos declaren su voluntad de dialogar, los hechos hablan por sí solos.
Hay dos agendas paralelas, la política, de confrontación, de polarización, de retórica, de prepotencia y de negación del otro. Y la agenda de la gente común, del ciudadano de a pie, ávido de respuestas, de soluciones en los más variados órdenes. Gracias a la ausencia de un diálogo constructivo, realmente patriótico en el sentido no sectario o excluyente que algunos le atribuyen al término, los venezolanos asistimos al agravamiento de las manifestaciones de la crisis.
El llamado del Papa se conecta con la angustia nacional. Hay que escucharlo y actuar en consecuencia. No porque lo diga el Papa sino porque es lo razonable, porque el diálogo es la vía más directa, màs productiva y sobre todo menos dolorosa para superar nuestros graves problemas.
La dimensión de la crisis es tal que tarde o temprano llegaremos al diálogo. ¿ no es mejor abordarlo antes de que llegue la hora de los arrepentimientos?
Globovision