Hugo Carvajal durante su declaración, en septiembre de 2019, ante la Audiencia Nacional de España.
Está empeñado en hacer valer lo que sabe para evitar la extradición a Estados Unidos, y parece más bien una caja de Pandora que un ave que lo que hace es cacarear. Tiene toda clase de sorpresas bajo la manga y no le falta audiencia, por eso escoge lo que va a decir y cuándo para crear el mayor efecto.
Esta vez fue una lista de 17 miembros del movimiento ETA que están supuestamente “escondidos” a plena luz en Venezuela. No son uno ni dos, sino más de una decena con amplio prontuario, la mayoría por asesinato y actos terroristas. Algunos de ellos han sido solicitados en su oportunidad por la justicia de España, pero los gobiernos chavistas los han resguardado con algunas artimañas.
No es una simple lista de nombres, pues tienen direcciones específicas y sin equívocos, como las debe tener un jefe de inteligencia que se precie de haber servido a un amo como era Hugo Chávez. Cada uno de estos etarras hace su vida con tranquilidad en territorio venezolano sin que nadie los moleste y sin tener que esconderse. Viven en urbanizaciones muy conocidas de Caracas o poblaciones del interior y es de suponer que a algo se dedicarán para mantenerse.
Cuando, en algún caso, la justicia de España ha requerido la extradición de alguno, les han respondido que se trata de ciudadanos naturalizados venezolanos y que por ese motivo no pueden enfrentar la justicia en su país de origen. Y cargan a cuesta con una lista de asesinatos aterradora, pero eso no les importa a los del gobierno chavista, pues están acostumbrados a esta clase de amigos.
Lo que está a la vista no necesita anteojos, dice el dicho. Y lo que ha publicado Hugo Carvajal no debería sorprender ni en España ni aquí en Venezuela, pues es sabida la simpatía que sentía Chávez por este tipo de organizaciones que escogen el terrorismo para conseguir dudosos objetivos políticos. Que estos etarras estén muy bien acomodados en el país no se diferencia mucho de la vida que llevan algunos integrantes de las guerrillas colombianas. El Ministerio de la Defensa de ese país está cansado de denunciarlo y desde Miraflores no dejan de llamarles mentirosos.
Pero en Venezuela conviven tranquilamente etarras, disidentes de las FARC, elenos, narcoterroristas e incluso hay quien afirma que hasta miembros de Hezbolá. El país es un paraíso para todo el que quiera venir a pasar una temporada fuera de los “negocios” violentos o el narcotráfico y planear su próximo golpe. ¿Hacía falta que lo dijera Carvajal?
Mientras este tipo de individuos encuentre refugio en estas tierras, Venezuela será un foco desestabilizador de la política regional.
Editorial de El Nacional