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El arte en ruinas

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El arte en ruinas

Todo lo que toca este gobierno se vuelve sal y agua. Puede tener cierto resplandor por un tiempo, pero definitivamente no es su fuerte mantener las cosas, hacer que pervivan en el tiempo. Quiere exprimir todo, sacar el máximo beneficio a la brevedad, sin importar las consecuencias.

 

 

Es lo que pasa con la Universidad Experimental Nacional de las Artes, casa de estudios de la que es rectora nada más y nada menos que Tibisay Lucena, de la que no hace falta abundar en datos porque todos la conocemos. La que fuera presidenta del Consejo Nacional Electoral, cuyo recuerdo aún perdura en la memoria de los venezolanos, llegó al cargo en septiembre de 2020 y, pareciera, que no le interesa nada que tenga que ver con educación, aunque su formación haya estado ligada a las bellas artes. Lucena es además, para más señas, ministra de Educación Universitaria.

 

 

Creada en 2008, la sede de Unearte en Sartenejas, que arropa a los estudiantes de música, es una de las más deterioradas, como lo reveló esta semana El Nacional, en un reportaje firmado por Alba Freitas. El moho avanza implacable, los bombillos escasean y abundan las filtraciones. El óxido se ensaña con lo que encuentra a su paso. Los murciélagos hacen su agosto y dejan a cada paso su impronta. También hay alacranes. Muchos salones están cerrados y con los pupitres arrumados. En cualquier momento el techo se vendrá abajo. Son múltiples las goteras. Ya no ofrecen servicio de comedor y el Internet brilla por su ausencia.

 

 

Unearte se ha convertido, gracias al chavismo, y a la gestión de Nicolás Maduro, en especial, en un monumento a la desidia, a la dejadez, a la inoperancia. A Lucena, seguramente muy ocupada en otros menesteres, parece no interesarle en nada el deterioro existente, que conoce, pero al cual no le ha metido mano. No se recuerda nada más allá de un recorrido que hizo en 2020.

 

 

La sede de Caño Amarillo no es diferente. Al llegar hay un cementerio de autobuses, donde abundan vehículos sin cauchos y en franco deterioro. Los pasillos no tienen luz y el lugar no tiene áreas comunes ni espacios adecuados para compartir. A los estudiantes de fotografía les cayó el techo encima y, en muchos de los salones, la situación sigue tan dramática como cuando ocurrió este suceso.

 

 

La sede de Plaza Morelos, donde se estudia Danza y Teatro, tampoco escapa al abandono. La sala Ana Julia Rojas tiene aire acondicionado y está limpia, pero la Horacio Peterson está cerrada. Escasea la luz y los baños están en mal estado.

 

 

Unearte está en ruinas. Los estudiantes se cansaron de hacer reclamos y que no los escuchen. Exigen instalaciones dignas para formarse. Pero el arte no paga, por lo menos eso piensa este gobierno, y difícilmente invertirá en él, porque los focos y la atención las tiene puestas en otras cosas. Al menos eso pareciera.

 

Editorial de El Nacional

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