Editorial El Tiempo: La parábola de Múnera

Editorial El Tiempo: La parábola de Múnera

Un maestro que en verdad logró conectar el saber de Dios con el saber humano.

Tanto la Universidad Javeriana como la Compañía de Jesús han estado de duelo esta semana: el padre Alberto Múnera Duque, profesor emérito de la Facultad de Teología, fundador de la Facultad de Estudios Interdisciplinarios y creador de la prestigiosa emisora Javeriana Estéreo, murió el domingo pasado en Bogotá. Tenía 88 años. Había estudiado en el Colegio Mayor de San Bartolomé, en el seminario de jesuitas en Zipaquirá y en los pasillos de Filosofía y Letras de la Javeriana, y luego, hace cincuenta años ya, había puesto en marcha la estación radial. Grabó su programa Cristianismo al día hasta hace muy poco.

El padre Múnera, antioqueño pero bogotano de adopción, siempre le agradeció a Dios que le haya permitido vivir una vida en la universidad: “Mi gratitud hacia la Compañía de Jesús es inmensa por haberme asignado esta misión tan privilegiada y haberme permitido ser parte de la rica historia de la teología”, declaró en enero cuando recibió el título de profesor emérito. “Es un honor profundo poder influir en la vida de nuestros semejantes a través de la enseñanza”. Fue claro, entonces, que el legado de Múnera tenía que ver con darle verdadero peso a la vida académica, pero sobre todo con establecer un diálogo con la comunidad alrededor de la vida espiritual en este paso por la Tierra.
Como se cuenta en la serie documental Ethos, de su universidad, fue un niño que leía hasta altas horas de la noche, un joven que se sentía llamado al noviciado, un sacerdote veinteañero que conseguía destacarse porque dominaba el latín y el griego, además de un maestro que –gracias a lo que solía nombrar “el don de la teología”, que supo hacer accesible en el ruidoso y exigente mundo actual– en verdad logró conectar el saber de Dios con el saber humano. Hablaba con calma y con sentido del humor de enseñar el camino a la divinización. Tenía claro que había estado a la altura de su vocación

editorial@eltiempo.com

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