Editorial El Nacional: El voto y las ideas

Editorial El Nacional: El voto y las ideas

 

En las últimas horas ha surgido una iniciativa política cuyo objetivo es promover la participación en las elecciones parlamentarias y regionales convocadas por el régimen de Nicolás Maduro para el 25 de mayo. Se trata, explican, de construir transversalmente la unidad.

Como otros intentos semejantes, la ruta hacia la unidad profundiza la brecha entre quienes se oponen a participar en las próximas elecciones y quienes apuestan por concurrir a las urnas aún a sabiendas de que el CNE está dirigido por las mismas personas que el 28 de julio anunciaron el fraude electoral.

La Plataforma Unitaria (PU), que mayoritariamente es contraria a participar en esta convocatoria electoral, advierte que no se puede “votar a ciegas”. La alianza opositora entiende que no existen garantías electorales y políticas para participar y de lo que se trata es de continuar la lucha por “vías cívicas, pacíficas y constitucionales, hasta construir una salida democrática”, en coincidencia con la posición de María Corina Machado y su partido Vente Venezuela, que no integra la PU, y de Edmundo González Urrutia, el candidato ganador de las elecciones presidenciales del 28J.

Es un nuevo momento de tensión en el ámbito opositor apenas nueve meses después de haber alcanzado su mayor victoria política y electoral. Es una historia machacada, ha habido unidad y división por igual, incluso confusión y desesperanza. Nada, por lo demás, ajeno a procesos políticos vividos en otras naciones sometidas en el pasado por dictaduras. La exigencia para las fuerzas del cambio democrático en tales circunstancias es abismalmente mayor que en una situación de normalidad democrática. Va más allá, en nuestro caso y en nuestro momento, de decidir sobre si participar electoralmente o no.

Los factores en pugna en el campo opositor coinciden, al menos en sus palabras, en reivindicar la fecha del 28 de julio y, se entiende, en no pasar la página. El 28 de julio significa la mayor derrota política y electoral del régimen de Nicolás Maduro, que ejerce de manera ilegítima el poder y que solo se sostiene por la fuerza bruta y cruel de la represión. ¿Será así que se comprende? Si así fuera, ¿cuál es la estrategia para lograr la recuperación democrática? ¿Cuál es el clamor popular? ¿Quién lo interpreta con mayor certeza? ¿Se puede convocar a las urnas a los venezolanos sin ofrecer posibilidades reales de defender su voto, sin posibilidades de volver a probar que se lo roban sin necesidad incluso de falsificar las actas? Del acta mata voto se pasó al régimen mata voto.

 

El liderazgo opositor está obligado a romperse la cabeza en la construcción de un discurso político coherente, todo lo sólido que sea posible en condiciones tan adversas y en trazar una línea de actuación sostenida sobre los innegables logros del 28J. No hay que olvidar el desierto de los años 2021 y 2022, de aquella falta de horizontes y de desapego de la política que se transformó, en cuestión de meses, en una fuerza poderosa que puso en jaque a la dictadura y la obligó a mostrarse ante el mundo como lo que es: un régimen absolutamente alérgico a la vida en democracia, que irrespeta en razón de su naturaleza los derechos humanos y, en virtud de su incompetencia y rapiña, hunde al país cada día más en la miseria y el hastío.

¿Cómo fue posible eso? ¿Cuáles fueron las claves de tal magnífica recuperación? ¿Cómo se comportó el liderazgo cuando se le exigió estar a la altura de las circunstancias que implicaban una renovación del mensaje y de los rostros que lo simbolizan? La unidad no tiene un solo camino pero el escogido por la mayoría exige compromiso con el cambio, solidaridad de compañeros y un debate tan profundo como honesto.

Editorial de El Nacional

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