Editorial de La Nación: Aulas sin celulares

Editorial de La Nación: Aulas sin celulares

Días pasados comentábamos que 20 estados norteamericanos comenzaban a obligar a los alumnos a mantener apagados sus dispositivos durante toda la jornada escolar, una medida impulsada a requisitoria de padres, docentes y autoridades educativas.

Estudios recientes de Pew Research Center revelaron que el apoyo de la población adulta hacia estas prohibiciones en aquel país aumenta: del 68%del año anterior los adultos que aprobaban que los estudiantes de secundaria y preparatoria no usaran teléfonos celulares durante clases trepó al 74%.

Cada escuela dispone con creatividad las soluciones: almacenes de dispositivos, bolsillos magnéticos que bloquean la señal, casilleros o bolsas, evitarán que sean usados más que en emergencias o frente a necesidades educativas puntuales.

Entre nosotros, los resultados de diversas evaluaciones que confirman que uno de cada dos estudiantes de tercer grado no comprende lo que lee son alarmantes. La falta de atención y la multitarea impuesta por estos dispositivos afectan los avances en el campo educativo, además de tener efectos perjudiciales sobre la salud mental y física de los chicos. La vinculación y el juego entre pares disminuyen, favoreciendo muchas veces conductas impulsivas y agresivas, además de adictivas.

La Legislatura bonaerense aprobó recientemente una prohibición de uso de celulares en las aulas para frenar lo que ya se ha visto que es un fenómeno que atenta contra los aprendizajes. En un plazo de 180 días deberá reglamentarse. La iniciativa aplica a establecimientos de educación pública y privada y se suma a lo dispuesto en agosto 2024 en la Capital Federal con efectos que ya hoy se juzgan muy favorables. Las mejoras medidas en el rendimiento escolar de alumnos primarios y secundarios porteños hablan por sí solas. En primaria, casi el 70% dijo haberse concentrado más, vinculado mejor con sus pares y rendido mejor en términos académicos.

Todos estos cambios que se suscitan a nivel global permiten inferir que hay una creciente toma de conciencia a partir de lo que muchos juzgan como perjudiciales efectos de los celulares en las aulas. El debate no cesa, pero lo cierto es que el desafío es refrescar las miradas con honestidad intelectual para ver qué ocurre con los chicos en su día a día. Y estar presentes dando también el ejemplo.

Algunos expertos ya vislumbran que adherir a sanos límites tecnológicos conducirá a que una Generación Beta, los niños nacidos a partir de 2025, pueda vivir una infancia diferente, más alejados de las pantallas. Aún queda mucho camino por recorrer. Las alarmas plantean nuevos recorridos. Es tarea de los adultos anticiparse a lo que los chicos enfrentan, acompañarlos y guiarlos para construir confianza. No corresponde solo plantear dicotomías ni ser alarmistas por demás. Asumir la responsabilidad que nos cabe como adultos nos obliga a estar más atentos que nunca.

Editorial de La Nación

 

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