Su legado no se mide solo por una filmografía tan oscilante en términos de calidad como extensa, sino por el impacto cultural de su presencia.
La muerte este domingo de Brigitte Bardot, a los 91 años de edad, cierra una vida que supo ser, todo al mismo tiempo, mito cultural, declaración de principios y controversia permanente. Bardot no fue solo una actriz célebre con un rostro bello amplificado por la industria: fue punto de inflexión.
En el cine francés de los años cincuenta y sesenta encarnó una forma inédita de libertad femenina, una sensualidad vivida y expresada sin asomo de culpa que desconcertó a defensores de las tradiciones y la moral, pero también a los propios feminismos que, con el tiempo, terminarían leyéndola como símbolo, pese a su abierta distancia con cualquier militancia ideológica.
Su legado artístico no se mide únicamente por una filmografía tan oscilante en términos de calidad como extensa, sino por el impacto cultural de su presencia. Bardot alteró la forma de mirar y de narrar a la mujer en pantalla. Fue musa, sí, pero también espejo de una Francia que salía de la posguerra y buscaba romper viejas estructuras. Tendió un inesperado pero inolvidable vínculo con Colombia cuando interpretó, en 1963, el famoso bambuco ‘El cuchipe’, video que este domingo circuló profusamente por las redes sociales.
Bardot no fue solo una actriz célebre con un rostro bello amplificado por la industria: fue punto de inflexión
Bardot se apartó del cine a los 39 años, instalada en la cima, pero cansada de una exposición que la devoraba, para comenzar otra fase de su vida no menos intensa: la del activismo animalista. Su compromiso con la defensa de los animales fue absoluto, sostenido durante décadas, institucionalizado en una fundación que sigue operando y que constituye su legado más coherente y duradero.
Firme e intransigente en la defensa de los animales, su trasegar ideológico terminó pareciéndose a esta faceta de su ser. Con el tiempo ella se convirtió en una voz incómoda, muchas veces condenada, asociada a discursos excluyentes, contrarios, por ejemplo, a la emigración, que contrastaban con la imagen de libertad que alguna vez representó. Contradicción que es parte inseparable de su historia.
Editorial de El Tiempo








