Editorial de El Tiempo: Viento en contra

Editorial de El Tiempo: Viento en contra

Es una ganancia que buena parte de la población relacione la sigla 8M con la lucha de las mujeres por sus derechos. Es positivo para la sociedad que el día de hoy sea cada vez más dedicado a examinar y reflexionar sobre avances y retrocesos de una causa que es muy necesaria.

A diferencia de otros años, esta fecha trae consigo más alertas y preocupaciones que motivos para mirar atrás y sentir satisfacción por el trecho recorrido. Sería ingenuo no referirse a lo que viene ocurriendo en Estados Unidos. La llegada de un gobierno de corte marcadamente conservador en un contexto en que la Corte Suprema de ese país cuenta con una mayoría de esta misma tendencia ha generado fundada inquietud entre las mujeres que militan en pos de la igualdad plena y la defensa de los derechos sexuales y reproductivos.

Hoy no son pocos los logros que se creyeron en cierto momento asegurados que peligran. Encabeza la lista de preocupaciones la anulación del fallo Roe vs. Wade –que protegía a nivel federal el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo– y lo que podría derivar de esta decisión en los estados en un momento como el actual. El recorte de todos los programas que tengan que ver con diversidad, igualdad e inclusión afecta a las mujeres, sobre todo a las menos favorecidas.
El avance hacia la igualdad plena de género es un acto de justicia que responde a una demanda que trasciende militancias y orillas.

 

Se dirá que esto es un asunto solamente de Estados Unidos. No lo es. No solo por lo que significa este país como referente, sino por las consecuencias en asuntos concretos. Recientemente la editora de Género de este diario, Jineth Bedoya, contaba en su columna cómo el cierre de Usaid traería consigo el fin de programas que para mujeres vulnerables en Colombia han sido vitales.
Hay que ser claros en que gobiernos populistas alineados con Donald Trump, de corte ideológico similar, están en las antípodas de lo que las mujeres que luchan por sus derechos esperan y necesitan. Son visiones de la sociedad que limitan marcadamente el lugar y el rol de la mujer.

 

Luego está una realidad como la que se vive en Colombia, donde si bien en materia legislativa y de debate público el ambiente es otro, el panorama que muestran las cifras es alarmante, incluso aterrador. Los feminicidios y las denuncias por maltrato a mujeres siguen al alza. Aún falta mucho para dejar atrás esos pesados lastres patriarcales y machistas de nuestra cultura que hacen que la cotidianidad de las mujeres tenga un factor de dureza adicional al de los hombres. Sucede en las calles, claro, pero también en las aulas y las oficinas. Hay sanción social, pero, aun cuando son necesarios los mensajes contundentes de quienes han alcanzado posiciones de poder enarbolando esta causa, otras prioridades inclinan la balanza.
Podría decirse, eso sí, que el que esta realidad sea visible es ganancia, que el que hoy se nombren situaciones que antes eran invisibles, como la violencia vicaria, y se hable en voz alta, por ejemplo, de nuevas masculinidades es señal de que pese a los tropiezos el avance hacia la igualdad plena de género, más que una consigna o un capricho, es un acto de justicia que responde a una demanda que trasciende militancias y orillas. Pero falta camino y la defensa los derechos de la mujer es un compromiso.

 

 

Editorial de El Tiempo

 

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