El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa, que el año que viene cumplirá 80 años de existencia, lo que quiere decir que nació durante la primera y breve experiencia democrática del siglo XX, de los años 1945 a 1948, ha documentado la situación de una docena o más de periodistas que se encuentran encarcelados. El trabajo forma parte de una campaña para abogar por la libertad de estos profesionales, que el SNTP titula: “Presos por contar la verdad.”
Los rostros de estos periodistas, identificados con sus nombres, aparecieron en una pancarta colgada en la sede de la Casa Nacional de Periodistas, que fue vandalizada.
No hay ningún argumento mínimamente serio para apresar y acusar a estos profesionales del periodismo. Mucho menos para que en el momento de su detención hayan sido víctimas de una suerte (mala) de secuestro, en el que desconoce qué organismo los detuvo, por qué motivo o motivos y dónde se encuentran. La idea de fondo es extinguir el periodismo en el país. Que nada se cuente y, si se va a contar, que sea por los canales del Estado y por los voceros oficiales. Que cuando se acusa a alguien de incitar al odio o de conspirar o de participar en una supuesta actividad terrorista, sea esa la última palabra.
De todos los periodistas presos, Ramón Centeno es el que lleva más tiempo privado de libertad. Ejercía de reportero en el diario Últimas Noticias, que ha mantenido una línea de apoyo al régimen en el poder. Centeno fue, o lo sigue siendo, militante del Partido Socialista Unido de Venezuela: el que manda. Hijo de la educadora Omaira Navas, desde pequeño cultiva el gusto por la lectura. Su madre lo llevaba a la biblioteca pública Rosalía Campíns de Herrera en San Juan de los Morros, donde se nutrió de cuentos y de historias escritas por Gabriel García Márquez, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri.
Fue detenido en 2022, aún se recuperaba de una operación de cadera y fémur después de sufrir un accidente automovilístico. En prisión empeoró y pasó más de un año en el Hospital Domingo Luciani. Luego volvió a la cárcel. Ahora no puede caminar. Lo que hace es leer y escribir y aprender a ser paciente porque el juicio que se le sigue desde hace año y medio está estancado.
Del retrato que el SNTP nos presenta de Centeno hay un breve texto de su autoría que refleja su estado de ánimo, alejado de cualquier expresión que incite al odio, una de las acusaciones favoritas de la justicia revolucionaria. «Si alguien me escucha allá afuera por favor …tráiganme hasta aquí la bendición de mi abuelo… ¡Vayan hasta Guárico! Y graben los ladridos de mi perra desnutrida de amor. Entren sin pena a mi cuarto y escriban los nombres de los libros que aún quedan huérfanos sobre mi cama. Tomen nota de cuántas hojas del árbol más frondoso han caído al suelo desde que me encerraron …”.
Editorial de El Nacional