Editorial de El Nacional:El mejor regalo

Editorial de El Nacional:El mejor regalo

Desde niños, la noche de hoy es quizás la noche más esperada del año. En la mañana aparecerán los regalos bajo el árbol de Navidad. Y cada uno se apresurará a buscar el suyo, o los suyos -con frecuencia el Niño es extremadamente generoso- para abrirlos con los ojos desorbitados esperando hallar lo que se desea, lo que se pidió, lo que se merece porque uno se sabe un estudiante aplicado, aún más educado y cortés y un atento amigo y compañero para sus hermanos, primos y otros familiares. También los mayores, concluida la ronda de los más jóvenes, intercambian presentes: un libro para una, una corbata para otro, o las inflables medias (calcetines), que nunca están de más.

En ocasiones los mejores regalos son aquellos que no se venden en ningún lugar: una tarjeta de Navidad hecha por la nieta, un mensaje de voz desde cualquier parte que recuerda una experiencia siempre grata de volver a escuchar, y revivirla en la voz de otra u otro.

Antes de los regalos, está la cena compartida. A la que suele acudir toda la familia, o casi toda, más algunos invitados ocasionales, que están de visita en la ciudad o el país. Se come por tandas, porque hay más bocas que sillas. Esperan ellos que paladean un buen trago y mejor conversa, con la música que suena siempre, más alta o más baja, según los gustos. Es, desde luego, la fiesta del año, animada por el placer de verse, reír juntos, abrazarse, sin la prisa que habrá luego el 31 para calcular la hora y comerse las uvas.

No hay regalo mejor que tener a los hijos alrededor, o, desde otra perspectiva, besar a la madre y abrazar al viejo al que se le arruga el corazón con la visita decembrina de los hijos, yernos y nueras, y nietas, que durante el año andan apurados y en sus cosas, sin detenerse ante los pequeños asuntos de la vida, frente a un café o una copa de vino o una simple caminata mañanera.

Así fue por años, por décadas, ahora este día, la nochebuena, la marcan las ausencias, porque somos un pueblo repartido en otros pueblos, ciudades, países. Habrá llamadas y videos, se cantará de un lado y otro la misma canción, y brotará alguna lágrima pensando en verse y abrazar.

El mejor regalo siempre fue el mismo. Verse, oírse, saberse cerca. Ahora se descubre esa verdad querida y se aprecia más. Los venezolanos han llevado a otros ámbitos, menos festivos, quizás, nada efusivos para estrechar una mano o dar un abrazo, con excepciones, claro, esa liviandad ajena al drama así aprieten circunstancias pesadas e inciertas.

Esta vuelta al mundo, mundos, ayudará a apreciar lo bueno de lo que había, a valorar la experiencia de otros, muy distintos, y, con seguridad, preparará para un futuro mejor. Por eso brindaremos esta noche, la Nochebuena, a pesar de los pesares, viendo la cara bonita de lo avanzado en lo personal y en lo colectivo. Y con la certeza de que hay una casa grande, que siempre será la casa compartida, donde tan solo el tono de la voz hará sentir pertenencia y el sueño compartido de vivir sin imposiciones y en libertad. ¡Feliz Nochebuena!

Comparte esta noticia: