Yulimar Rojas, la atleta más exitosa del atletismo venezolano.
La política lo invade todo en las sociedades globalizadas. El deporte siempre ha sido una tentación para líderes y sistemas políticos por su masivo seguimiento y el halo nacionalista o patriótico que despierta entre las multitudes. Asociar el éxito de un deportista o un grupo de ellos con el desempeño de un gobierno en horas bajas siempre rinde dividendos, o bajo esa premisa se actúa en muchos casos, recientes y del pasado. También los particulares, con las redes sociales a la mano, utilizan el deporte como arma política, a favor o en contra de los deportistas.
Lo acabamos de presenciar en la Vuelta a España en bicicleta que vio afectadas varias de sus etapas, incluida la de cierre de la competencia, que suele ser una suerte de fin de fiesta para celebrar la victorias de equipos e individualidades. En su 90 aniversario la muy seguida cita ciclística española fue escenario de las protestas contra Israel -un club de ese país participaba en la Vuelta- por los terribles acontecimientos en Gaza, que han llevado a una comisión especializada de Naciones Unidas a considerarlo un genocidio. Las protestas fueron alentadas, e incluso admiradas, desde el gobierno del socialista Pedro Sánchez.
Las manifestaciones, valga el inciso, en los sistemas democráticos están protegidas por el orden constitucional, pero si lo que se busca es ganar adhesiones o convocar a los ciudadanos no basta con que sean política y moralmente justas, sino que deben ser inequívocamente pacíficas e, incluso, pedagógicas, tanto en el comportamiento de grupos como de individuos.
En nuestro país el deporte está penetrado por los tentáculos extendidos del régimen. Aun a sabiendas de esa realidad, la ilusión con la Vinotinto no decayó hasta su eliminación definitiva en el último juego. Se apoya a un sentimiento y a los jugadores, no a la estructura que está tras bambalinas, que copa la Federación Venezolana de Fútbol, en cuya directiva hay figuras muy cercanas al régimen y al PSUV. El éxito de la selección hubiera sido una fiesta nacional a pesar de su muy previsible utilización con fines políticos.
El enrarecido e insoportable clima político nacional ha impedido celebrar y reconocer como se merecen los hitos alcanzados por Yulimar Rojas, cuatro veces campeona mundial en salto triple, campeona olímpica y con marca récord en esa disciplina. Su regreso a la competencia en el Mundial de Atletismo que se celebra en Tokio, tras una ausencia de casi dos años por una severa lesión en el tendón de Aquiles, se saldó con una medalla de bronce. No es poca cosa después de tan largo período de rehabilitación y tomando en cuenta que solo ella y Asnoldo Devonish (1952) saben lo que es colgarse del cuello medallas olímpicas, dos en el caso de Yulimar. La tolerancia política debería luchar siempre por el oro.