Esta semana que concluye Donald Trump se ha puesto al teléfono para arreglar el mundo. Noventa minutos de charla cordial con el presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin. Una hora con Volodímir Zelenski, el presidente de Ucrania, que a pesar de ser comediante —entre otras cosas— no le hizo mucha gracia que el plan para poner fin a la guerra desatada en su país desde hace casi tres años, por la entrada intempestiva de tropas y tanques rusos, comience relegando a los invadidos.
La llamada a Putin, “larga y productiva”, fue el miércoles y hoy es domingo y la guerra continúa. No es, pues, un asunto que se resuelve en un día como Trump alardeó antes de ocupar por segunda vez la Casa Blanca. Su vicepresidente, J.D. Vance, reunido el viernes con Zelenski en Munich en el marco de la Conferencia de Seguridad, dijo que espera seguir conversando con el líder ucraniano “los próximos días, semanas y meses”. Vance, al contrario de su jefe Trump, endureció la postura frente a Rusia con una frase que todos los venezolanos recordamos bien: “Todas las opciones están sobre la mesa”.
La posición de Zelenski es muy clara en cuanto a las negociaciones para poner fin a la cruenta guerra que padece su país. “Me reuniré con los rusos, solo con un ruso, Putin, pero solo una vez que tengamos un plan común con Trump y Europa”. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, adelantó en la sede de la OTAN en Bruselas, el mismo día de la llamada entre Trump y su homólogo ruso, que era “poco realista” que Ucrania aspire a restablecer las fronteras de su país a como estaban antes de 2014, cuando Rusia se agarró Crimea, y dejó claro, además, que Estados Unidos no comparte el deseo de Zelenski de integrar su país a la OTAN.
El veterano diplomático y político sueco Carld Bildt, citado por BBC noticias, consideró que era una “forma innovadora” de negociar hacer concesiones muy importantes antes de sentarse a la mesa. “Ni siquiera Chamberlain cayó tan bajo en 1938”, añadió. Neville Chamberlain, primer ministro británico entre 1937 y 1940, firmó el triste y célebre Acuerdo de Munich que otorgó a la Alemania de Hitler los Sudetes de Checoslovaquia para evitar una nueva guerra. Ningún representante de Checoslovaquia avaló el acuerdo. Nada detuvo la sed expansionista del líder nazi.
La simpatía de Trump con Putin y la antipatía con Zelenski son de vieja data. La intromisión rusa en las elecciones estadounidenses de 2016 obligaron a la designación de un fiscal especial para investigar los nexos con la campaña de Donald Trump a la presidencia, en la que resultó ganador. En 2019, una llamada telefónica de Trump a Zelenski desde la sala de crisis de la Casa Blanca se convirtió en pieza clave del primer juicio político contra el presidente republicano, quien le pidió a su interlocutor, con los altavoces activos y varios funcionarios tomando nota, que le “hiciera un favor”. El favor consistía en investigar supuestas acusaciones contra Joe Biden, su rival político, a cambio de agilizar la ayuda militar que Ucrania necesitaba con apremio para contener a los rusos en la frontera oriental.
Los tiempos, sin embargo, cambian. O es de esperar que cambien, sobre todo en favor de un arreglo que pare la guerra, que evite su repetición y que sea satisfactorio para las dos principales partes involucradas, por encima de las diferencias personales y políticas.