Esta semana hemos presenciado, con entendible profusión mediática, la lamentable y decadente agresión xenófoba en contra de un conocido artista venezolano en un festival musical en Chile. No es el primer caso. De hecho, la lista de agresiones producto de esta patología social es tristemente muy larga y ha cobrado hasta vidas de compatriotas en varios países. Pero la repercusión noticiosa de éste, hasta ahora el último, merece una nueva reflexión.
La xenofobia no es sólo un tipo muy primitivo de discriminación, sino una auténtica patología social. Quienes la expresan suelen ser personas psicológicamente muy rígidas, orientadas cognitivamente por estereotipos y clichés de sobrada banalidad, y caracterizadas por una emocionalidad negativa en la que prevalece el miedo a lo desconocido, la sensación de inferioridad frente al extranjero, la ira no controlada y la percepción de amenaza por parte de grupos externos a su pequeño mundo personal y social.
Por supuesto, la primera y lógica reacción ante esta nueva expresión de xenofobia es de legítima indignación. Y esta reacción suele venir acompañada de una indebida generalización, que puede llevar a algunos a acusar de xenófobos no a un grupo de personas sino incluso a toda una colectividad y hasta a todo un país.
Hay que recordar que la xenofobia no es una característica de países, dada la heterogeneidad poblacional de estos, sino de grupos de personas, y como tal puede hacerse presente en cualquier sociedad y país, incluso entre nosotros los venezolanos, reconocidos según todas las investigaciones sociológicas sobre el tema como uno de los más tolerantes del mundo y abierto a los extranjeros.
Pero hay que detenerse en dos consideraciones cruciales que no pueden desatenderse al hablar de este tema. Lo primero es no olvidar la causa originaria de toda esta tragedia, y que es la que ha expuesto a compatriotas nuestros al riesgo de sufrir en otros países los ataques de personas inmaduras y enfermas. Y esa causa originaria no es otra que la migración más grande que conoce la historia de América Latina, que ha obligado a millones de venezolanos a buscar refugio en tierras distintas a la suya.
Y lo segundo es tratar de que esa rabia contenida, esa legítima indignación al presenciar las agresiones contra nuestros compatriotas en el extranjero, se transforme en fuerza y ánimo para no cejar en la lucha por la libertad de Venezuela y así acabar con las causas que obligan a nuestros hermanos a seguir huyendo de su propio país.
@edoilustrado